El historiador y periodista Francisco Javier Domínguez está desarrollando un apasionante proyecto que tiene una doble vertiente: la recuperación del paisaje de viñedo y la identificación de variedades locales o autóctonas que existían en la zona antes de llegada de la plaga de la filoxera a principios del siglo XX. Domínguez lo explica de forma muy sencilla: «Estamos haciendo arqueología verde, recuperando plantas que han estado en una cápsula vegetal que ha sobrevivido intacta durante más de un siglo». Todo este trabajo se ha puesto de manifiesto en la investigación que ha realizado, Estudio sobre el viñedo de Los Pedroches: historia, caracterización y perspectivas, impulsado por la Asociación Adroches con el apoyo del Instituto Provincial de Desarrollo Económico de Córdoba (Iprodeco). Aunque en un principio el objetivo de este pozoalbense afincado en Córdoba se reducía a plantar un pequeño viñedo de autoconsumo, «unos conocidos me hablaron de lo que se estaba haciendo con variedades locales y con viñedos prefiloxéricos en otras zonas; tras esta conversación me remitieron a Vitis Navarra, y ellos me pusieron en contacto con el profesor titular de Agronomía, Biotecnología y Alimentación de la Universidad Pública de Navarra (UPNA), Gonzaga Santesteban», afirma.

Santesteban y su equipo revolucionaron el proyecto. «De sus análisis de ADN a las 37 muestras que enviamos, aparecen ocho perfiles únicos y distintas variedades muy raras como la hebén o la jarrosuelto. De estos perfiles hemos apostado por los que podían ser dos importantes variedades locales, una tinta y una blanca». En el 2019, el catedrático de Química Agrícola de la Universidad de Córdoba Juan Moreno y su equipo vinificaron con éxito la variedad tinta. Esta uva, a la que se ha denominado provisionalmente amparo como recuerdo de una de las abuelas de Domínguez, fue de nuevo convertida en vino en septiembre del 2020 por Pilar Ramírez y por Juan Manuel León, técnicos del Ifapa de Cabra, con resultados sorprendentes.

Domínguez explica que la participación del Ifapa es fundamental. Esta colaboración, en proceso de formalización, está capitaneada por Pilar Ramírez. La técnica coordinadora del Ifapa de Cabra explica que «estamos ante un proceso de regularización de la variedad, que está en una fase muy incipiente pero que ya ha dado algunos pasos como la vinificación de las dos variedades locales» ya citadas. En paralelo, Enrico Cretazzo, del Ifapa de Jerez de la Frontera, está contrastando los datos de la UPNA, además de ocuparse de la caracterización ampelográfica de las variedades y de conservar el material vegetal en el Banco de Germoplasma del Ifapa para dar oficialidad a los resultados. Ramírez señala que «el proceso es largo, porque hay que caracterizar agronómica y enológicamente las variedades durante 5 años, además de obtener y que se certifique que hay material sano de las mismas. Pero es un proyecto ilusionante que permitirá diversificar los productos de esta comarca. El camino lo sabemos, ya está trazado porque antes hemos trabajado en otras zonas andaluzas como el Altiplano de Granada y además ya hemos empezado a caminar».

Sobre los vinos que se han obtenido en las primeras pruebas preliminares, Juan Manuel León ha destacado que el tinto tiene unas características muy singulares: «De color es como un rosado, tiene unos aromas afrutados muy intensos y con unos toques tostados y minerales que le dan unas características muy especiales y diferentes».

Con respecto al blanco, señala que «no tiene la misma calidad, pero ello puede deberse a las condiciones de la producción en emparrado de la uva; tenemos que seguir estudiándolo».

Francisco Javier Domínguez no quiere generar demasiadas expectativas con respecto al desarrollo del cultivo, «pero creo que es importante que tengamos conciencia de que si hace 300 años teníamos 3.000 hectáreas de viñedo en la comarca es porque es una actividad agrícola más que viable, pese a que la normativa de este cultivo es muy compleja».