Al Diario CÓRDOBA impulsó con motivo de su 75 aniversario el foro 75 Ideas para Córdoba en un intento de aprovechar lo mejor de las personas que el periódico consideró que podríamos aportar algo para impulsar/estimular/incitar el desarrollo social y económico de nuestra tierra.

El foro debería contar con el compromiso de las instituciones y organismos que habrán de promover posteriormente las ideas surgidas en el mencionado foro para que su puesta en marcha tenga algún viso de prosperar

Creo que la voluntad de Diario CÓRDOBA de establecer un espacio de diálogo desde el cual surjan ideas que posibiliten el avance que tanto necesita la sociedad cordobesa debe de ser tenido en cuenta por las instituciones que la sociedad ha decidido que son sus legítimas representantes.

Son, por tanto, las instituciones estatales, autonómicas y locales, junto con los agentes económicos y sociales más representativos, quienes tienen la responsabilidad y la obligación de poner en marcha aquellos proyectos que posibiliten el crecimiento de la sociedad cordobesa de forma cohesionada y sostenible.

Todas las propuestas surgidas son interesantes y necesarias para alcanzar este objetivo, pero me quiero detener en una de las ideas que contó con mayor número de apoyos y que, a su vez, tiene íntima relación con el conjunto de la 75 Ideas para Córdoba y con la voluntad, tanto del periódico como de quienes hemos participado en el proceso de definición de las ideas, de construir una sociedad cordobesa más próspera y equitativa. Me refiero a la idea del Foro 3, «Definir la Marca Córdoba».

Creo que hay bastante consenso en considerar que la Marca Córdoba debe ser sinónimo de calidad y cuando hablamos de calidad generalmente pensamos en durabilidad, resistencia, servicio, excelencia, eficacia, etcétera, pero también debemos asociarla a valores como justicia, equidad, honestidad, redistribución de la riqueza, bienestar social, etcétera.

Mi reflexión parte de la íntima convicción de que una idea como de la que estamos hablando debe contar con el concurso del conjunto de la ciudadanía, la cual debe sentirse implicada e interpelada por el significado y el contenido de la marca.

Si hacemos un breve recorrido por la realidad social de nuestra provincia, nos encontramos con que Córdoba se encuentra en los últimos lugares de los ránkings de bienestar social de Andalucía, de España y también de Europa. Teniendo como tenemos una ubicación geográfica magnífica y multitud de recursos que nos debieran permitir salir de esa zona tan oscura, creo que no es entendible la posición que ocupamos.

Los últimos datos de la EPA nos dicen que nuestra provincia tiene una tasa de paro del 27,53%, con casi un 19% de tasa de trabajo asalariado a tiempo parcial, siendo muy exigua la calidad del empleo existente. La contratación temporal, a tiempo parcial y precaria se está convirtiendo en la norma de nuestra realidad laboral.

Miles de trabajadoras y trabajadores, a pesar de tener un empleo, no tienen capacidad de cubrir sus necesidades básicas. La provincia de Córdoba alcanza un 39% de personas en riesgo de pobreza, con más de 34.000 hogares con todos sus miembros en paro, con unos ingresos salariales brutos en 2015, según datos de la Agencia Tributaria, de 13.423 euros, lo cual nos da una idea de la importancia que tiene el mejorar los estándares de calidad en el empleo, de vida y de las prestaciones sociales.

Es vox populi lo difícil que es poner en marcha cualquier proyecto en nuestra capital y en la provincia que suponga un revulsivo que genere las sinergias necesarias para impulsar a Córdoba hacia cotas de crecimiento y bienestar social equiparables, al menos, a la media de nuestro entorno.

Debemos encontrar, por tanto, aquellos elementos que cuenten con el respaldo y el consenso de las instituciones, pero también con el consenso y respaldo de la sociedad cordobesa, para desarrollar la Marca Córdoba.

Es necesario, a mi juicio, que todo el trabajo que se realice para la definición de la Marca Córdoba, tenga en cuenta la realidad social y cómo cambiarla. No podemos vanagloriarnos del crecimiento del turismo, de las pernoctaciones, de las exportaciones o de la producción cultural si esto no va unido a la calidad del empleo, a la redistribución de la riqueza y al bienestar social.

Córdoba tiene muchas potencialidades sobre las que basar su crecimiento económico y social pero si queremos diferenciarnos y que se reconozca a la provincia por algún aspecto genuino que resalte sobre el conjunto de la actividad económica, creo que debería de estar íntimamente relacionado con la calidad de vida y de trabajo de sus habitantes.

Solo será posible, a mi entender, que las cordobesas y cordobeses se lleguen a identificar con la Marca Córdoba si se sienten partícipes y beneficiarios de lo que ésta significa. Si esto no fuera así, la Marca Córdoba se podría percibir como un mero ejercicio de marketing, más o menos afortunado, con el cual la sociedad cordobesa no se sienta identificada y, por ende, llamado al fracaso.

Considero que ésta debe ser la línea de trabajo sobre la que se actúe en el proceso de definición, elaboración y diseño de la Marca Córdoba, y el reto al que debemos sumarnos las instituciones, agentes sociales, medios de comunicación y, en definitiva, el conjunto de la sociedad cordobesa.

Será desde ese convencimiento íntimo de quienes tenemos la responsabilidad de llevar a nuestra provincia hacia mayores y mejores cotas de bienestar social, desde el que consigamos concretar la Marca Córdoba como «ese sistema o conjunto de códigos, signos, imágenes, acciones y comportamientos que representan una cultura determinada», tal y como se explicita en la propuesta surgida del foro 75 Ideas para Córdoba.