Según las autoridades de Etiopía se elevan a 62 el número de personas fallecidas tras el alud de una montaña de basura en el basurero de Koshe en las afueras de la capital, Adís Abeba. Cabe destacar que diariamente centenares de personas recogen basura en este vertedero y ello como medio de vida y en condiciones de total precariedad; e incluso tienen casas improvisadas dentro del mismo. Testimonios de personas que presenciaron los hechos revelan que, en el momento en que ocurrió, al menos 100 personas se encontraban ahí. Por el momento la causa del alud no está clara, aunque habitantes de la zona dicen que en meses recientes se había reanudado el lanzamiento de desechos allí, después de frecuentes protestas en una instalación más moderna. Una sobreviviente, Mulate Debebe, dijo a The Associated Press que estaba bañando a sus dos hijos en su vivienda el sábado a la noche cuando ocurrió el desastre: "Inicialmente escuché un ruido fuerte, aterrador, que venía de afuera, así que le dije a mi esposo que fuera a ver qué es lo que estaba sucediendo. Entonces el ruido se fue haciendo más y más fuerte, así que traté de salir corriendo, pero quedé atrapada por toda la basura a mí alrededor. Lo único que recuerdo después es que desperté en esta cama de hospital. Ni siquiera sé dónde están mi esposo ni mis hijos”. dijo la mujer, tendida en su cama de hospital. El alcalde de Adís Abeba dijo que anteriormente este basurero recibía unas 300 mil toneladas de desechos cada año. Solomon Bussa, jefe de los servicios médicos del hospital Alert, que fue donde se trasladó a los heridos, dijo que muchas casas quedaron sepultadas por la basura y que la mayoría de las víctimas son mujeres y niños. Estos hechos nos indican la apabullante indignidad del ser humano que permite que esto, o algo parecido, suceda y además en muchos lugares del mundo y afectando a muchas personas. Y mientras, por contraste, muchas otras personas que podrían resolver estas situaciones viven en la opulencia, ocupados exclusivamente en atesorar; y desligados absolutamente de estas realidades tremendamente desgarradoras. Ciertamente todo el mundo no puede resolver estas situaciones, pero también es cierto que hay muchos que son los causantes; y otros muchos, que sin ser directamente los causantes, sí podrían resolverlas. Recoger basura cada día para comer y para subsistir es indigno por parte de quien lo permite y no busca soluciones. Que niños recogen basura más indigno aún. Vivir entre basura otra muestra de perversa indignidad. Y morir asfixiado entre basura es el culmen de la deshumanización del ser humano. De estos hechos deleznables debería de salir un clamor incesante de indignación y de rebeldía; debería de salir un deseo generalizado por parte del ser humano para contrarrestar esta insostenible miseria. De estas situaciones debería de surgir un deseo mundial para eliminar esta lacra. Aquí no vale el conformismo, el encogerse de hombros, la indiferencia. En estos casos hay que enfrentarse a las situaciones, enfrentándose directamente a los que las originan; a esos indeseables que vilmente se enriquecen a costa de que muchos millones de personas vivan en la más absoluta marginación, vivan en una sociedad injusta privados de los más elementales de sus derechos. Podríamos decir basta ya, pero eso no es suficiente, hay que actuar y actuar decididamente para contrarrestar la iniquidad de corazones podridos, de corazones vacíos, de corazones duros. Muchos millones de personas de este mundo son esclavos de la gran parte de maldad que hay en la condición humana. Para resolver estos problemas: • Tenemos medios. • Tenemos posibilidades. • Tenemos recursos. • Tenemos inteligencia y sabiduría. Sólo hace falta voluntad y empeño para eliminar de una vez la tremenda lacra de un mundo cruel, perverso, deshumanizado y egoísta.