El diestro Rubén Pinar resultó herido grave en el transcurso de la corrida celebrada ayer en Las Ventas, una tarde esfuerzos baldíos y de entrega por parte de tres toreros que se jugaron el tipo con una corrida de lo más desagradable de hasta cuatro hierros diferentes.

Había expectación por ver la última corrida en Las Ventas previa a su Feria de Otoño. En el cartel, tres jóvenes toreros con mucho que decir: el confirmante Sergio Serrano, acompañado por Rubén Pinar y Alberto Lamelas, dos nombres que venían a revalidar su buen momento en la primera plaza del mundo. Y puede decirse que lo lograron con actuaciones «para aficionados» con dos marrajos de cuidado del Conde de la Maza y uno más de El Cortijillo. Los dos anduvieron en profesional, muy valientes y de verdad. También Serrano se justificó con creces en el sexto.

Noble y con calidad, aunque limitado por su falta de fuerzas y raza, el primero de Pinar, toro que quedó visto para sentencia tras su paso por el caballo, afligiéndose tras un pésimo tercio de banderillas a cargo de la cuadrilla del de Tobarra, que, muleta en mano, anduvo tan voluntarioso y tesonero como discreto en lo artístico ante un animal que no podía ni con la divisa.

El cuarto fue un pájaro de cuidado, una alimaña de muy aviesas intenciones por probón y por lo mucho que midió y buscó los tobillos a mitad de cada viaje. Pinar estuvo muy entregado y exponiendo también una barbaridad en una labor en la que acabó probando la hiel de la cornada. Faena para aficionados del albaceteño, que saludó una ovación antes de pasar a la enfermería.

El primero de Lamelas amagó con saltar nada más hacerse presente en el ruedo. No quiso pelea en varas e hizo hilo en banderillas, declaración de intenciones de lo difícil que le iba a poner las cosas al jienense en la muleta, a la que acudió siempre por dentro, muy descompuesto y sin clase alguna, obligando a Lamelas a hacer un esfuerzo importante.

Después de unas aguerridas probaturas por el derecho, lo más emocionante y meritorio surgió al natural, tragando el hombre una barbaridad para tratar de ligarle dos muletazos seguidos. Actitud y decisión mostró en un epílogo en el que no faltaron unas valerosas manoletinas al hilo de las tablas. Saludó una ovación.

El sobrero de El Cortijillo tampoco fue oponente propicio, pensándoselo mucho, yendo muy por dentro y reponiendo también sus malintencionadas acometidas. Lamelas volvió a jugarse el tipo sin trampas ni cartón en una porfía desagradecida por lo mucho que le exigió el toro y lo poco que le tuvieron en cuenta desde el tendido.

Cariavacado, bajo y escurrido fue el toro de la confirmación de Sergio Serrano. Muy poca cosa. Sonidos de viento en los tendidos. En banderillas amagó ya con pararse, moviéndose en la muleta con el freno echado y sin gracia. Serrano tampoco anduvo muy allá en una labor sin pulso ni acople, repleta de enganchones y desarmes, de lo más deslavazada.

En el sexto, sobrero del Conde de Cabral, manejó con brillantes el percal Serrano, que anduvo también templado con la franela lo poco que duró el astado, jugándosela también en un fin de obra entre los pitones, manoletinas incluidas. H