Ganado: Se han lidiado seis toros de Alcurrucén. Manso el segundo, han sido manejables el primero, tercero y sexto. Han ofrecido un gran juego el cuarto y quinto, ambos muy aplaudidos en el arrastre.

Enrique Ponce: saludos con petición tras un aviso y dos orejas tras aviso.

Miguel Angel Perera: saludos y oreja.

Alejandro Talavante: silencio y ovación tras un aviso.

Plaza: Algo más de media plaza en tarde soleada que terminó muy fría.

Dos orejas al último de su lote, tras una faena de rabia novilleril, permitieron en la tarde de ayer al diestro Enrique Ponce franquear en volandas la puerta grande de la plaza de la ciudad de Palencia al término de la tercera corrida de la Feria de San Antolín, y seguir la racha de salidas a hombros de los dos primeros festejos.

El primer toro de la tarde propició a Enrique Ponce, veintiocho temporadas en activo, un toreo a placer del diestro, y así lo hizo el maestro valenciano en una faena en la que utilizó con primor la muleta en series con ambas manos. Faltó emoción porque el toro, en posesión de muchas virtudes, pecó de mucha sosería. El presidente, muy dadivoso en las dos primeras corridas de la feria, no tuvo a bien conceder una oreja mayoritariamente solicitada.

Herido en su amor propio, salió a torear el cuarto de la tarde con arrojo de principiante y realizó una faena tan larga como vibrante en la que hubo tanta elegancia como pasión, tanta estética como torería, que coronó con una gran estocada.

A fuerza de porfiar, logró Perera meter en la muleta a su primer enemigo, un toro que manseaba sin disimulo. Pese a ello, el diestro pacense logró enjaretar una faena tan pulcra como de escaso relieve. Cambió la decoración en su segundo, al que aplicó un trasteo antes de finalizar con unos escalofriantes 'arrimones' marca de la casa. La espada le privó de un triunfo mayor.

Careció de relieve la labor de Talavante a su primer oponente, un toro con mucha movilidad y al que el diestro pacense no terminó de cogerle el aire. En el último de la tarde, la faena de Talavante estuvo presidida por la verticalidad y quietud, el valor y la verdad, pero la espada y el descabello no estuvieron a la altura de las circunstancias.