Difícil papeleta le ha tocado vivir a Pedro Sánchez, ese joven militante y diputado socialista que un día se animó a presentarse candidato a la secretaría general del PSOE, enfrentándose en primarias a otro joven Eduardo Madina, bilbaíno y víctima del terrorismo de ETA, y a José Antonio Pérez Tapia, el líder de la Izquierda Socialista. Y sorpresa para muchos, ganó gracias al apoyo de la federación andaluza, liderada por Susana Díaz y sustituyó al frente de los socialistas españoles a Alfredo Pérez Rubalcaba.

Sánchez se enfrentó a Rajoy en un cuerpo a cuerpo parlamentario. Sus primeros debates fueron ganados por el presidente del PP, más bregado en política y en el uso parlamentario, pero el joven exjugador de baloncesto --llegó a militar en el Estudiantes-- fue aprendiendo de sus errores y fue ganando confianza ganando en más de una ocasión al viejo político popular. Ya no había KO. Ahora las victorias se contaban a los puntos y finalmente se decantaban por el líder socialista frente a la falta de respuestas del presidente del Gobierno.

Y llegaron las elecciones. Sánchez sufrió una derrota pese a ser el segundo partido. Podemos le había segado la hierba del voto de la izquierda. Pero fue un antes y un después para la política española y para el propio Sánchez, que se encontró con que siendo el líder de la izquierda más votado estaba muy lejos de alcanzar la Moncloa. J.C. GARCÍA DE FRUTOS