Mireia, Ana Belén y Silvia han experimentado este año por primera vez lo que supone buscar, encontrar y vivir en una casa que no es la suya. Representan ese gran colectivo de jóvenes que pasan de vivir con sus padres a un piso de alquiler al inicio de su vida universitaria. Se trata de la opción más económica frente a otras como las residencias o los Colegios Mayores, que obliga además a aprender a desenvolverse en las tareas del hogar de forma independiente. Estudiantes de Educación Social y Primaria y amigas de toda la vida en El Carpio, desembarcaron en la ciudad en septiembre, cuando tuvieron claro que se incorporaban a la Universidad de Córdoba, a buscar a toda prisa un lugar donde vivir. "No teníamos ni veinte días porque el curso empezaba ese mismo mes y como en internet no veíamos nada que nos gustara, nos vinimos aquí un día a la aventura y empezamos a coger números de las farolas", explica Mireia. Según relatan, llamaron a seis o siete teléfonos, pero solo vieron dos pisos. "Ibamos a contrarreloj y buscábamos un piso entero, no habitaciones para estudiantes", comentan, "nos quedamos con éste porque aunque no tiene ascensor, es todo nuevo, el precio estaba bien (150 euros por persona) y se encuentra en el Parque Cruz Conde, cerca de la facultad". En su caso, el proceso fue sencillo, quedaron con los dueños y firmaron el contrato entre particulares. "Nos llamó la atención que había muchos anuncios que pedían estudiantes chicas, se ve que se fían más de nosotras que de los chicos", bromea Silvia. Aunque están contentas con la elección, recomiendan empezar a mirar con más tiempo. "Lo suyo es informarse bien, comparar precios y tener la oportunidad de elegir lo que más te guste, si llegas muy tarde, está ya todo escogido y te tienes que conformar con lo que quede".