Hollywood se quedó corto. Yu Jianchun no había pisado una universidad ni para fregarla. El improbable genio matemático no es aquel conserje de una Universidad de Massachusetts interpretado por Matt Damon sino un joven mensajero de la China rural con más talento y perseverancia que estudios y atractivo. Yu es globalmente conocido como el Will Hunting chino, aunque ha insistido en que nunca ha visto la oscarizada película. En su escaso tiempo libre solo caben números y fórmulas intrincadas.

Yu, de 33 años, ha agitado a la comunidad matemática con el mayor avance en más de dos décadas en la identificación de los números de Carmichael. Muy sucintamente: son números altos que aparentan ser primos (los solo divisibles por ellos mismos y por 1) sin serlo, y que arruinan fórmulas para descubrirlos como el teorema de Fermat. Los cinco primeros son 561, 1.105, 1.729, 2.465 y 2.821. Se suponen infinitos y la tarea de diferenciar a los primos de los números de Carmichael es peliaguda. Trascienden el pasatiempo para matemáticos o la fascinación por todo lo relacionado con los números primos para adentrarse en lo prosaico. Los números de Carmichael son utilizados para encriptar tarjetas de crédito y pagos on line, por ejemplo.

La clase social más baja / Parece un asunto árido para los comunes mortales y aun más para los mingong, que son los emigrantes laborales en China, la clase social más baja y despreciada por los ricos urbanitas, el carbón de la locomotora económica, tipos que se desplazan de las zonas rurales a las lejanas fábricas para deslomarse y enviar sus magros ahorros a esa familia que solo verán una vez al año. Yu es original de un condado montañoso en la provincia central de Henan y había encadenado trabajos de poca monta hasta acabar en una compañía de mensajería en Hangzhou, en la boyante y costera provincia de Zhejiang.

Su escaso ocio lo había dedicado a su pasión. Se define de «pensamiento lento». «Necesito mucho más tiempo que el resto para estudiar los problemas matemáticos. Carezco prácticamente de cualquier conocimiento de cálculo y geometría», ha confesado. Su fuerza es el instinto y la sensibilidad, cualidades innatas que no se enseñan en un aula. «Escribía en un papel lo que me venía a la cabeza cuando estaba inspirado. He tenido trabajos duros y una vida dura, pero insistí en mis estudios», revela.

Yu dio con la fórmula mientras construía su casa en su pueblo natal. pero ningún prestigioso matemático respondió a sus correos electrónicos durante ocho años. Y entonces apareció Cai Tianjin, profesor de la Universidad de Zhejiang, quien le invitó a demostrar su teoría. El mensajero impresionó a una audiencia formada por profesores y alumnos de posgrado.

Y el resto es historia.