El código de conducta que prepara Italia -con el aval de la UE- para las oenegés que operan en el rescate de inmigrantes en el Mediterráneo está levantando ampollas. No son más de siete las organizaciones que, a día de hoy, navegan frente a las costas de Libia, pero que sean pocas no es óbice para que su labor no sea ingente. Las personas a las que sacan del mar se cuentan por miles. Estas oenegés denuncian que, detrás de esa iniciativa, se esconde la voluntad de limitar su trabajo, manchar su reputación y esconder el fracaso estrepitoso de la política migratoria de la UE.

Las oenegés han sido citadas el 25 de julio en el Ministerio del Interior italiano, en Roma, a una reunión técnica para abordar el contenido del documento y escuchar las reticencias y sugerencias de las organizaciones afectadas. De no cumplirse las demandas, Italia advierte de que podría no autorizar el desembarco de inmigrantes en sus puertos; una posibilidad que complicaría sobremanera el trabajo de los cooperantes y que varias oenegés consideran una «amenaza encubierta, pero amenaza al fin».

«Cuando la opinión pública oiga hablar de un código de conducta pensará que en el mar se están cometiendo disparates y no es así», explica, vehemente, el director de la oenegé Proactiva Open Arms, Òscar Camps, que asegura que las directrices del código ya se aplican en el mar, donde se trabaja siempre en coordinación con la Guardia Costera italiana. «Es una farsa, propaganda política», añade Camps, convencido de que «las oenegés molestan, son testigos incómodos de una realidad dramática y de la incapacidad de la clase política para solucionarla». «Quieren amordazarnos, apartarnos y solo conseguirán que mueran más personas», sentencia.

Al comentar en detalle las disposiciones del código de conducta con el director de Open Arms, concluye que ya se están cumpliendo: prohibición de entrar en aguas territoriales libias, llevar encendido el radar de localización, no comunicarse o enviar señales luminosas para facilitar las partidas de embarcaciones, no contactar con traficantes, certificar la preparación técnica de los socorristas, recibir a las autoridades policiales a bordo y cooperar con las autoridades en el lugar de desembarco. Declarar las fuentes de financiación es otra disposición del código.

«NO SOMOS POLICÍAS» / «Nosotros no somos policías, nosotros salvamos vidas», matiza Camps, en referencia a un aspecto, quizá, de los más controvertidos del documento, que insta a las oenegés a colaborar con las autoridades con información sobre las personas rescatadas, así como sobre los conductores de las barcazas.

David del Campo, director de cooperación internacional de Save The Children -que también opera en el Mediterráneo central con su barco Vos Hesetia- asegura que, en última instancia, el objetivo de este código -«que no aporta nada que no se haga ya ni va a mejorar en nada los rescates»- es «ir achicando terreno progresivamente hasta llegar a impedirnos realizar la labor de salvar vidas». «Buscan hacérnoslo difícil», sentencia Del Campo que asegura que lucharán para seguir cumpliendo el mandato de salvar vidas.

«Siguen acusándonos de actuar como efecto llamada y es falso», explica el cooperante de Save The Children para añadir: «Hay un efecto huida y salida de personas que viven en medio de la guerra y la necesidad».

Ambos lamentan que el único remedio que aplica la UE para acabar con la crisis migratoria en el Mediterráneo central sea financiar a Libia, «donde se están cometiendo auténticas atrocidades contra las personas que intentan embarcar rumbo a Europa».

Médicos Sin Fronteras (MSF) está citada también. «MSF está evaluando las disposiciones del código y compartiremos nuestra opinión cuando hayamos clarificado el proceso y sepamos las implicaciones que tiene en nuestras operaciones en el mar», afirma en un comunicado en el que añade: «Nuestras operaciones siempre se rigen de acuerdo con las leyes internacionales del mar y de los refugiados, en coordinación con el Centro de Coordinación de Rescate Marítimo y respetando los principios humanitarios».