Nuestro universo surgió hace unos 13.800 millones de años como consecuencia de un suceso extraordinario conocido como Big Bang y en la posterior fracción de segundo se expandió exponencialmente. La hipótesis de esta expansión ultrarrápida --técnicamente "inflación cósmica"-- fue propuesta por el científico Alan Guth en 1980 y en las tres décadas posteriores ha sido avalada por numerosas investigaciones, pero nunca hasta ahora había recibido un espaldarazo tan fuerte de forma empírica. Ayer, luego de tres años de comprobaciones y varias semanas de rumores sobre la inminencia del anuncio, un equipo de investigadores comunicó que había sido capaz de observar el eco dejado por aquel proceso gracias a los trabajos realizados con un telescopio situado en el polo Sur. "Si se confirma, esa firma de las ondas gravitacionales del Big Bang abrirá un nuevo capítulo en la astronomía, la cosmología y la física", destacó la revista Nature al dar cuenta del hallazgo.

Estas vibraciones, que los autores del trabajo definen poéticamente como los "primeros temblores del Big Bang", partieron cuando el Universo primigenio empezó a enfriarse (los fotones no podían salir antes porque eran absorbidos inmediatamente) y han estando propagándose a la velocidad de la luz hasta que ahora han podido ser detectadas. Es un rumor prácticamente imperceptible. De hecho, lo que se observa son pequeñas fluctuaciones en este resplandor. "Por ejemplo --como explica en un comunicado el Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian--, pequeñas diferencias de temperatura en las observaciones muestran las partes del universo que eran más densas y que pudieron dar lugar a galaxias y cúmulos galáticos".

"La detección de esta señal es una de las metas más importantes de la cosmología actual. Mucha gente ha trabajado mucho para poder llegar a este punto", dijo en un comunicado el líder del equipo, John Kovac, investigador del Harvard-Smithsonian. Las observaciones han sido posibles gracias al telescopio Bicep-2, instalado en la base Amundsen-Scott de la Antártida y que escanea el cielo buscando microondas, una frecuencia muy comcreta del espectro lumínico. "Se trata de la primera evidencia directa de la inflación cósmica", anuncia el Harvard-Smithsonian. "Es una prueba nueva y totalmente independiente de que el panorama inflacionario encaja", ha añadido el precursor Guth, tres décadas después de su anuncio.

Es justamente en el espectro de microondas donde diversos grupos de investigación buscan desde hace años evidencias de estas ondas gravitacionales, que aprietan y estiran el espacio. "Pequeñas fluctuaciones cuánticas fueron amplificadas a tamaños enormes por la expansión inflacionaria del Universo. Sabemos que esto produce otro tipo de ondas llamadas ondas de densidad, pero queríamos probar si también se producen ondas gravitacionales", explicó otro de los responsables del trabajo, Jamie Bock.

Las ondas gravitacionales están producidas por un modelo característico de luz polarizada, llamado ±polarización en Modo BO. La luz puede polarizarse por la dispersión de las superficies. En el caso del fondo cósmico de microondas, la luz es dispersada por electrones para convertirse en poco polarizada.

El equipo Bicep-2 asumió el reto de detectar el modo B de polarización al reunir los mejores expertos en la materia, el desarrollo de una tecnología revolucionaria y el viaje al mejor sitio de observación de la Tierra: el polo Sur. Como explica Enrique Gaztañaga, especialista del CSIC en Instituto de Ciencias del Espacio de Barcelona, la Antártida es un lugar ideal debido a su ambiente frío, seco y estable.

Como resultado de los experimentos, llevados a cabo desde el 2006, el equipo fue capaz de producir pruebas concluyentes de esta señal en modo B, y con ella, la evidencia más fuerte, hasta la fecha, sobre la existencia de la inflación cósmica.

Los expertos han indicado que la clave de su éxito ha sido el uso de detectores superconductores nuevos. Los superconductores son materiales que, cuando se enfrían, permiten que la corriente eléctrica fluya libremente sin resistencia. "Nuestra tecnología combina las propiedades de la superconductividad con estructuras pequeñas que solo se pueden ver con un microscopio", explicó el experto de la NASA Anthony Turner.