Sevilla lució la noche del Jueves Santo sus mejores galas para una Madrugá que el calendario ha situado a principios de abril y en la que se ha dado cita el olor a azahar que todavía inunda las calles con el incienso de cada hermandad, lo que unido a la ausencia de riesgo de lluvia ha creado una atmósfera única. Ni el sofocante calor de estos días ni el hecho de que desde el pasado domingo todas y cada una de las hermandades hayan realizado su estación de penitencia esta Semana Santa han quitado las ganas de Madrugá al público, que tomó literalmente las calles del centro.

La única lluvia que se esperaba era la de las "petalás" que han jalonado los trayectos de la Virgen de la Macarena y de la Esperanza de Triana, las dos "reinas" de la noche más larga de Sevilla, a las que sus fieles cantan y jalean durante sus extensos recorridos, especialmente cerca de sus barrios.

Seis cofradías, muchas de ellas con más de mil nazarenos (La Macarena supera los 3.000 y el Gran Poder alcanza los 2.300) coinciden en el centro histórico en muy pocas horas, por lo que en algún momento atascos puntuales han provocado que éstos hayan tenido que procesionar al menos de tres en tres.

Aunque este año se manejó la posibilidad de introducir cambios en horarios y recorridos de las cofradías para optimizar su paso, finalmente por motivos de seguridad todo ha quedado tal y como estaba, con la única variación realizada sobre la marcha del trayecto de vuelta de la Macarena para evitar un escape de gas que se estaba reparando en el primer tramo de la calle Feria.

Cinco minutos antes de la una de la madrugada el palio de la Macarena, todavía en el atrio de su basílica, era recibido por la primera saeta de la noche, interpretada por Paquita Gómez, junto a la que se encontraba en un balcón el ministro de Justicia, Rafael Catalá, que escuchó también de primera mano los gritos de "guapa" con los que celebran los vecinos su salida.

Tras ella ha llegado el contraste de dos de las hermandades más sobrias de la noche: el Gran Poder, cuya talla de Jesús con la cruz al hombro -realizada por Juan de Mesa en 1620- ha realizado en siete horas su recorrido y ha vuelto ya con las primeras luces del día, y El Silencio, con su nazareno recogido en la iglesia de San Antonio Abad desde poco antes de las seis.

Después de la salida de ambas de sus templos a la una de la madrugada, las miradas se han vuelto hacia Triana, con una calle Pureza en la que no cabía un alfiler desde horas antes y en la que el Santísimo Cristo de las Tres Caídas primero y Nuestra Señora de la Esperanza después han desatado la locura entre sus fieles. Después, Los Gitanos, con la Virgen de las Angustias luciendo un manto donado por la fallecida duquesa de Alba.