Hablar del Rescatado es hablar de Penitencia, hablar de torrentes de devoción en la capilla o en las calles de Córdoba. De infinidad de promesas y padresnuestros que buscan la intercesión del Cautivo que por las calles de Córdoba, y en el Silencio de Santa María de Gracia, escucha con paciencia y con atención las súplicas y ruegos de todos.

A sus pies, su Madre, discreta y quedamente, observa las hazañas de su hijo, como una nueva Boda de Canaán. «Haced lo que Él os diga». Llora amargamente, porque en vida ha sido traicionado, torturado y crucificado, y tal ha sido su dolor, que sus lágrimas se le han petrificado en su bendito rostro. Muchas son las personas que ante ella rezan y piden. Con la primavera, llegará otro Domingo de Ramos, algo diferente por el traslado de la carrera oficial a donde siempre tuvo que estar. De nuevo Dios Cautivo en las calles de la ciudad de los que sus habitantes llaman Señor. Volverá a repetirse la historia. Primero María Santísima de la Amargura iniciará su caminar bajo su palio azul noche, bajo la gloria de Dios Trinidad que pintara Cerrillo, y por fin, siguiendo la estela de llantos de su madre, el Señor Rescatado, un año más, con el empuje de la devoción de Córdoba a su Señor.

Y, este año, aunque los caminos del Señor y su pueblo se bifurquen por mor de la seguridad, Él siempre los llevará con ellos, porque decir Rescatado es decir Córdoba.