Miles de romeros se dieron cita el pasado 23 de febrero en el santuario de la Jara para vivir una de las mayores fiestas religiosas de Pozoblanco, la romería de la Virgen de Luna, declarada de interés turístico. El día se presentó espléndido y como sucede año tras año la caravana de fieles, ya fuera a pie, en carrozas, a caballo, coches o autobuses, comenzó a desfilar desde bien temprano desde Pozoblanco hasta la ermita, donde les esperaba la imagen de la patrona de Pozoblanco.

Fue un día de emociones y sentimientos que se mezclaban con el sonido y el olor de la pólvora que emanaba de los disparos que realizaban los hermanos de la cofradía de la Virgen, o de la campana de la ermita que sonaba y sonaba sin cesar cada vez que la mano de un romero tiraba de la soga de la que pende; también del olor de las candelas alrededor de las cuales se apiñan familias y amigos que comparten sus cestas repletas de los manjares de la tierra.

El 23 de febrero la tradición se repitió a partir de la una de la madrugada cuando el sargento de la cofradía comenzó a llamar a los cofrades para que se fueran preparando puerta por puerta. Después se sucedió el rito que llevó a los hermanos hasta el santuario para llevar a la patrona hasta Pozoblanco. El ritual no varía con el paso de los años y así a media mañana tuvo lugar la procesión de la imagen alrededor del santuario, a la que siguió la eucaristía concelebrada y presidida por el sacerdote Pedro Fernández Olmo, capellán de la cofradía, y cantada por el coro romero Voces de la Sierra . En el ofertorio tuvo lugar, como es habitual, la jura de bandera de los nuevos cofrades. En esta ocasión fueron siete, algo extraordinario para esta cofradía ya que esta cifra no se daba desde 1973. Sus nombres: José Manuel Rubio, Javier López, Felipe Herrero, Juan Dueñas, José Cardador, José Martín Calero y José María Garrido. También se entregaron dos medallas de plata por 25 años de servicio activo a los cofrades José Luis Fernández y José Manuel Rubio. El 23 de febrero también se jubiló Andrés Morales.

A la hora prevista, tres y cuarto de la tarde, la Virgen, a hombros de sus devotos y acompañada por decenas de fieles, emprendió camino de regreso a Pozoblanco a donde llegó sobre las siete menos cuarto de la tarde, donde fue recibida por el pueblo, el clero y las autoridades. Allí, el alcalde, Pablo Carrillo, impuso a la sagrada imagen las llaves de los sagrarios de Villanueva de Córdoba y Pozoblanco, y tras el canto de La Salve los niños ofrecieron su hornazo, el dulce típico e imprescindible lleno de colorido y de la imaginación de los maestros pasteleros y panaderos que lo adornan con detalles romeros. Después, en procesión la Virgen, acompañada por la Banda Municipal de Música, se dirigió hacia el Ayuntamiento, donde el alcalde de nuevo le hizo entrega a la imagen del bastón de alcaldesa perpetua de la ciudad con presencia del Ayuntamiento en pleno, con la descarga de honor hecha por los cofrades. Poco después la Virgen entró en la iglesia donde tuvo lugar la misa.

Al día siguiente, lunes 24 de febrero y a pesar de la desapacible mañana, la Virgen recorrió las calles de la localidad. Esta vez fue el barrio de San Gregorio el que la recibió engalanado para la ocasión.

PRIMERA MUJER PREGONERA

La romería del domingo tuvo como prólogo el pregón que este año ha protagonizado Mari Carmen Fernández, primera mujer a la que se encomienda este cargo y que emocionó con sus palabras y con la puesta en escena a quienes acudieron a escucharla al teatro El Silo. Entre los mensajes transmitidos destacó el del papel de la mujer en la Iglesia y en la sociedad y el llamamiento a la cofradía para que busque solución a la ausencia de fieles en la procesión del Lunes de Virgen de Luna. En el acto actuó la Banda de Música Municipal de Pozoblanco, que estrenó una nueva marcha dedicada a la Virgen y se entregó un recordatorio a la autora del cartel de este año, Antonia Soriano.