A nadie se le escapa que Patrimonio Cultural y Turismo tienen grandes ámbitos de confluencia que demandan una reflexión previa a la planificación y actuación de los agentes públicos y privados.

Entiendo que el Patrimonio Cultural tiene un valor en sí mismo. Valor que le viene dado en cuanto plasmación de nuestra sociedad a lo largo del tiempo.

El Patrimonio Cultural necesita de unos permanentes planes de investigación, conservación, actualización y difusión que, de no existir el marco conceptual adecuado, casi siempre quedan fuera de la inmediatez, urgencia y poder de una economía arrolladora. Es así, que hoy encontramos en nuestro pueblo "Casas Museos", que ni son casas ni son museos. "Jardines arqueológicos" inexistentes que se reducen a meros contenedores de piezas carentes de sentido histórico. Pagos de huertas en los que la planificación urbanística es tan relajada que permite la desaparición de la edificación tradicional y la aparición, eso sí, de "alojamientos rurales", estandarizados cuya tipología igual te la puedes encontrar en el Pirineo Aragonés o en Gran Canaria.

Patrimonio Cultural y Turismo tienen que aprender a convivir, pero tengamos cuidado.