El vino se ha puesto de moda. Pocas bebidas han tenido un resurgir tan marcado en los últimos años como el de los vinos en todo el mundo. Vinos de calidad y bien presentados. Territorios negados antes a esta bebida, tan antigua como la historia de la Humanidad, son hoy países emergentes en los que el cultivo de la vid ha despertado, ocupando inmensos espacios e invadiendo los mercados con precios no competitivos. Una esperanza de futuro y una amenaza al mismo tiempo para los países tradicionalmente elaboradores. Ya no se trata de la paradoja francesa y ni siquiera de la identificación del vino con la salud y con la cultura. En este momento, el vino es aceptado por sí mismo, por sus propios valores y por su riqueza sensitiva. Y en muchos casos, un signo de distinción. Montilla y Moriles tienen por estos motivos un futuro alentador en el mundo del vino. Soportó los tiempos duros, realizó su adaptación a los mercados y su reconversión y reestructuración introduciendo variedades vitícolas que dieron lugar a una diversificación efectiva que se concretó en la elaboración de vinos tintos y vinos de mesa de calidad. Pocos territorios están tan adaptados a las distintas variedades vitícolas como esta zona donde la variedad Pedro Ximénez adquiere un valor único y donde las condiciones ambientales favorecen un cultivo de gran peculiaridad. Si hace pocos años se temió por el descenso del consumo y se reconocía una situación coyuntural, ahora el futuro parece despejado y ni la paradoja francesa ni otros temores nublan el futuro del sector vitivinícola en Montilla-Moriles y quedan no obstante, muchas actuaciones que llevar adelante con el consenso del sector. Actuaciones administrativas para concentrar los esfuerzos y poner en marcha las nuevas normativas. Llevar adelante un plan de promoción con la ayudas de las instituciones y administraciones.

* Maestro