Tumbaron el otro día cinco tiernos arbolitos, arrancándolos de sus maceteros en la calle Cruz Conde, dejando al aire e indefensas sus raíces. Debió ocurrir la madrugada del domingo, y por eso me imagino, quizá injustamente, a la típica basca de chavalotes volviendo de retirada, con las acostumbradas voces guturales, saltos y alaridos, haciendo la bromita de «¿a que lo tiro?» para descargar testosterona y dormirla mejor. Más o menos.

A eso lo llamamos vandalismo, porque lo es, y a ver si tenemos suerte de que no cunda, pues va a ser difícil que descubran a los autores. Pero si es una acción indignante, mucho más censurables y alarmantes son otros actos detectados también en Córdoba durante estos días. El peor, la falta de respeto ciudadano tras el arreglo del camino que conduce hacia el arroyo Bejarano y los maravillosos Baños de Popea. Desde que el Ayuntamiento adecentó esa travesía de tierra antes llena de hoyos, y decidió señalizar con pivotes de madera un carril para vehículos y otro para ciclistas y peatones, no solo no se respeta la nueva disposición, sino que se arrancan los pivotes y las señales de tráfico que prohíben aparcar, y el sendero volvió a aparecer el pasado fin de semana lleno de coches hasta el filo de la zona boscosa. Y es que, señores, los cordobeses estamos orgullosos de lo nuestro, nos gustan mucho las maravillas de la sierra, pero tenemos que poner el coche en la misma puerta de la Naturaleza, que luego dejaremos sembrada de basura. Con los posibles errores del diseño en la señalización del camino, que pueden corregirse, la lección que aprendemos es que para qué mejorar las cosas si en nuestro corazón somos unos cafres cuando no nos ve nadie --léase los parques infantiles, otro mundo de atropellos a los bienes públicos--, por mucho que nos quejemos. Si la solución no es que los cordobeses cuidemos de lo nuestro, y se precisa un ejército de vigilancia para mantener un simple sendero, apaga y vámonos.

Como también podría considerarse vandalismo la costumbre de buscar cualquier zona poco habitada para tirar enseres y basura que no solo pueden llevarse a los puntos limpios, sino que hasta Sadeco te los recoge gratis a domicilio. Pero, ¿de qué nos vamos a extrañar? Si de Gibraltar han podido trasladar toneladas de residuos peligrosos y tirarlos en Cádiz, ¿por qué no llevar nosotros un sofá al polígono industrial de Tecnocórdoba? Como decía ayer Juan Ojeda en Canal Sur, sin ánimo, desde luego, de desanimar a las personas cívicas, «y luego nosotros separando las latas de atún y los periódicos antes de tirar la basura». Pues no queda otra que mantener nuestras convicciones, a ver si derrotamos (o aburrimos) a los abusones.