¿Qué tienen en común Fidel Castro y Hitler? La pregunta es capciosa a marchas forzadas, como es obligación de un articulista para atraer la atención de sus lectores. Pero el calendario, o más bien el inicio del mismo, es el que nos sitúa las andanzas de ambos personajes, cruciales en la Historia del Siglo XX. El cubano de ascendencia gallega inició en el año nuevo del 59 el cambio de Régimen de la Perla de las Antillas. Y Hitler invadió Polonia en el año nuevo oficioso, ese uno de septiembre del 39 que aperturó la más sangrienta guerra que ha conocido este planeta.

Porque aunque desprovisto del espumillón y de las campanadas de medianoche, y no exista más carraca que el hollín del tubo de escape en las largas colas del regreso, el primero de septiembre es la revuelta de nuestros ciclos habituales, la caja b de una vida nueva. La Navidad es un parcheo de añoranza y de buenas intenciones, pero a la postre de sus postrimerías solo sacan partido las clínicas de adelgazamiento. Al menos en este hemisferio, los escolares y las Ligas tienen su referencia en este mes séptimo del calendario juliano. También los políticos se ven compelidos por esta vis atractiva, pues ningún partido habla de apertura de curso político tras comerse el turrón. De hecho, cuando salen en mangas de camisa tras una estudiada campechanía, suelen desplegar un oráculo de edulcoradas iniciativas que se apulgaran incluso antes de las primera lluvias, cual ha sido este año el tanteo y retracto de reforma constitucional.

Septiembre es siempre la antesala de una de las más denostadas muletillas de la jerga periodística, ese otoño caliente que se cree inmunizado contra el lobo, pero que el tentadero de los secesionistas catalanes azuza a darle credibilidad. Y los avisos no se engruesan con tintes mayores porque Septiembre Negro tiene una patente terrorista, y no está el mundo para frivolizar con los dobles sentidos cuando se cruzan atentados de por medio.

Si apelamos a reminiscencias cinematográficas, Cuando llegue Septiembre es una película de Robert Mulligan, con toques de comedieta romántica trufada de italianidad. Estábamos en el 61, en el esplendor de Rock Hudson, pero para esas alforjas, me quedo con los enredos de Jack Lemmon en la isla de Ischia, pues hasta en sus obras menores Billy Wilder tenía patente de corso para la genialidad.

Como no podía ser de otra manera, en el Calendario Agrícola del Panteón de la leonesa Colegiata de San Isidoro, septiembre se representa con un siervo manipulando los sarmientos de la vid, para anunciarnos desde luengas centurias que este mes se acaba la ociosidad. Pero para combatir la resaca veraniega, nada mejor que remontarse hacia un tiempo huracanado por la Fiebre Disco y en la que el September de Earth, Wind and Fire era uno de sus vórtices. Tenemos unas Catalanas por delante y unas Generales para quitar el hipo con supuestas coaliciones. Pero mientras tanto, nada como September para bailar en los días nubosos.

* Abogado