Mañana, 31 de julio, celebramos el recuerdo de San Ignacio de Loyola, el fundador de la Compañía de Jesús. Vivió en el siglo XVI. Nació en Loyola junto a la aldea vasca de Azpeitia (España, Euzkadi) el 23 de octubre de 1491 y murió en Roma el 31 de julio de 1556.

Fue caballero al servicio de Carlos I de España y V de Alemania, “hombre dado a las vanidades del mundo”, «con un grande y vano deseo de ganar honra».

En 1521, a los 30 años, defendiendo el castillo de Pamplona al servicio del rey de España Fernando el Católico contra los franceses fue herido en una pierna por la bala de un cañón que le fracturó una pierna y le lesionó otra.

Lo trasladaron a la residencia de su familia en Loyola, donde tuvo una convalecencia de alrededor de un año. Los médicos llegaron a perder la esperanza de que pudiera curarse. Íñigo estuvo transitando durante más de un mes entre este mundo y el otro. Por ventura, sobrevivió.

Durante su convalecencia, al no encontrar libros de caballería se dedicó a leer una vida de Cristo y las vidas de los santos. Estas lecturas le hicieron cambiar las opciones de su vida. Determinó abandonar la vida mundana que había llevado y dedicarse enteramente al seguimiento de Jesús de Nazaret. Al terminar la convalecencia determinó hacer un viaje a Palestina para conocer la tierra que había pisado Jesús.

Después de pasar el año 1523 en Jerusalén buscando las huellas de Jesús, a quien quería «conocer mejor, para imitarlo y seguirlo», se dedicó a estudiar gramática y letras en Barcelona y Alcalá. Pronto tuvo que afrontar dificultades y fue solicitado por la Inquisición en Salamanca, donde fue interrogado y declarado inocente. Tras ver cerradas las puertas a la predicación en España, decidió continuar sus estudios en París, para estudiar en La Sorbona. En febrero de 1528 llegó a París donde cursó filosofía y tuvo por compañeros a Pedro Fabro, Francisco Javier, al portugués Simón Rodríguez y los españoles Diego Laínez, Alfonso Salmerón y Nicolás de Bobadilla. Oraban juntos, discutían sobre la vida cristiana y hablaban de «cosas de Dios». Ignacio suscitaba en ellos el deseo de buscar a Dios. En marzo de 1533 obtuvo el grado de Maestro en Artes, que según la titulación universitaria lo autorizaba para enseñar filosofía y teología.

Fortalecidos por su experiencia espiritual, el grupo de París decide lo que van a hacer: servir como sacerdotes, si es posible en Jerusalén, o si no irán a Roma para presentarse ante el Papa «a fin de que él los envíe a donde juzgue que será más favorable a la gloria de Dios y utilidad de las almas». Para ir a Jerusalén se dirigen a Venecia en busca de un barco que los traslade.

El 8 de enero de 1537 se encuentran en Venecia, donde el 24 de junio son ordenados sacerdotes los que aún no lo eran. La guerra con los turcos dificulta el viaje, y mientras esperan a embarcarse trabajan pastoralmente y se autodesignan «Compañía de Jesús». Desde entonces añaden a sus nombres las iniciales S.J. (Societatis Jesu).

Como no parte ningún barco se dirigen a Roma, donde se encuentran en la Pascua de 1538. Ignacio había llegado con Laínez y Fabro hacia mediados de noviembre de 1537.

Los compañeros son recibidos por el Papa en noviembre de 1538 y se ofrecen para cualquier misión que les confíe. Y siendo de países tan diferentes, se hacen esta reflexión: «más vale que permanezcamos de tal manera unidos y ligados en un solo cuerpo, que ninguna separación física, por grande que sea, nos pueda separar». Deciden por ello formar una nueva orden religiosa, cuya primera «Fórmula del Instituto» es sometida a la consideración de Paulo III, quien el 27 de septiembre de 1540 firma la bula o documento pontificio de aprobación. El 22 de abril de 1541 los compañeros hacen votos solemnes de pobreza, castidad y obediencia, y otro voto especial de obediencia al Papa para las misiones que les confíe. Así fue como nació la Compañía de Jesús.

A comienzos de julio de 1556, una fatiga extrema obliga a Ignacio a descansar y muere al amanecer del 31 del mismo mes, a los 65 años. Al morir Ignacio, la Compañía de Jesús contaba en el mundo con 1.036 jesuitas, unos sacerdotes y otros hermanos, distribuidos en 11 Provincias (circunscripciones territoriales), y con 92 casas de las que 33 correspondían a obras educativas. Fue canonizado como santo por el Papa Gregorio XV el 12 de marzo de 1622, con Francisco Javier y Teresa de Ávila. Sus restos reposan en Roma, en la iglesia del Gesú.

* Profesor jesuita