O me estoy haciendo mayor o me estoy volviendo equidistante. Es natural. Sin darnos cuenta, las malas relaciones entre el gobierno de Madrid y el de Cataluña nos han llevado a una situación muy confusa en la que tomar partido, que no sea por el humor, es imposible si una persona se para a escuchar lo que dicen, cómo lo dicen y seguidamente dedica unos minutos a la reflexión. Ahora que nos vamos acercando al mes de noviembre, me vienen a la memoria los versos de Zorrilla que Don Luis Mejía dedica a Don Juan Tenorio momentos antes de batirse en duelo y perder la vida. Dice Mejía, el ultrajado, al Tenorio «...con lo que habéis osado,/ imposible la has dejado/ para vos y para mí», y así es más o menos como están Rajoy y Puigdemont, que podrían intercambiarse los personajes. «A España toda, la malherida España...», entrambos «imposible» la han dejado, confiándolo todo al día de después, que será el mismo. Los independentistas volverán a levantarse y antes de desayunar colocarán la señera en el balcón, y los 400 curas trabucaires seguirán dando la matraca, y los maestros abducidos por la causa, manipulando la historia y la geografía. Esto no se acaba ni hoy ni mañana, ni el treinta y uno de abril. De ahí, por mis años, la equidistancia que de un tiempo a esta parte mantengo con los telediarios, con las tertulias, con mis amigos en Cataluña. Abro los periódicos por las páginas de cultura y voy directamente a los humoristas gráficos, que están haciendo con sus viñetas las mejor crónica de este dislate. Hasta los dibujantes locales están atinando en el análisis de esta bipolaridad. Fechado en un diario de Jaén, me ha llegado un chiste alusivo al primo guardia civil enviado a Barcelona que lleva aceite y chacinas al primo independentista, que es definitorio de la vida cotidiana. Alguien debería recopilar las viñetas y tiras de humor publicadas la última semana y montar una exposición itinerante que refleje el actual Ruedo ibérico de Vallé Inclán, El Laberinto mágico de Gerard Brenan. Pero en España más odiado que nada es el humor y la divulgación, según mi querido Orejudo, y reírse de nosotros mismos despista mucho al personal. Reírse en España ha sido siempre cosa de pobres, ahí están los carnavales de Cádiz, tan domesticados ya desde que los comparsistas y chirigoteros viven de los bolos que hacen durante todo el año. Boadella, que acabó exiliado de Cataluña, ya se rió y se riló, hace más de treinta años, con la genialidad de su creación Operació Ubú en la que los hijos de Pujol (la «canalla» le llaman en catalán a la chiquillería) hacían mutis con maletines llenos de dinero fingiendo que tiraban para Andorra. Y es que en la respuesta ante el humor es dónde el necio se define.

* Periodista