La Puerta del Puente y sus dominios son patrimonio de la divinidad y de los románticos que, en sus litografías del entorno, lo idealizaron hasta el punto de la inmortalización, que ahora se exhibe en el descansillo de ese monumento. Está San Rafael, que pertenece a los cielos, y Señán González, precursor del arte en la fotografía turística. Y está el Guadalquivir, sus brumas misteriosas de amanecer y el Puente Romano, una especie de vía iniciática donde se purifican los peregrinos turistas antes de pisar territorio de la divinidad, el gran templo de los creyentes cristianos y musulmanes, muy cerca del otro santuario de los descendientes de la fe abrahámica, la sinagoga de los judíos. Toda esta zona, donde la clerecía se hace visible en el Palacio Episcopal, el Seminario y la residencia de los ancianos sacerdotes, con algún terreno cedido a los reyes cristianos, era más o menos de exclusiva propiedad celestial y de la ensoñación hasta que la Junta y el arquitecto Juan Cuenca tomaron cartas en el eterno y descuidado aparcamiento junto a Señán González y lo convirtieron en Centro de Recepción de Visitantes, por donde suena el violín de Klara al anochecer. Fue cuando las instituciones públicas, que suelen ser laicas, empezaron a tener propiedad registrada con todas las de la ley por esa zona. Pero la política, que no actúa con un pensamiento único en cuanto a sus posesiones --lo contrario de la Iglesia, que las tiene tan bien inmatriculadas que hasta sabe que un crucifijo que anda en despachos municipales es suyo desde 1846-- quizá porque sus dirigentes tiran con pólvora ajena, empezaron a sacudirse la responsabilidad de la propiedad del nuevo edificio donde la ciudad le da el recibimiento a los turistas y empezó un rosario de reproches entre siglas. El destartalado aparcamiento, ahora modélica construcción acorde con ese espacio territorio de la divinidad, fue entregado ayer, de nuevo, al Ayuntamiento por la Junta. La Iglesia, entendida en propiedades, sabe cómo tratar las que tiene en este territorio, patrimonio de la divinidad. Y mira al Ayuntamiento y a sus políticos como pardillos nuevos (ricos) propietarios en esta zona. Tanto que hasta los pone a prueba exigiéndoles que les devuelva el crucifijo de la ermita de la Salud que estuvo en la Alcaldía de Julio Anguita.

* Periodista