Padecer un enfermedad mental como la esquizofrenia, el trastorno bipolar, la depresión mayor o un trastorno de personalidad llega a triplicar las posibilidades de ser fumador respecto del resto de la población, lo que puede suponer hasta 25 años menos de esperanza de vida.

El tabaco es el principal factor prevenible de muerte prematura, uno de cada dos de estos fumadores que no dejen el consumo morirán por causas relacionadas con el tabaquismo.

En la batalla contra el tabaco y la todopoderosa industria productora, hemos asistido en las últimas décadas a un descenso continuado en el consumo en los países desarrollados y se calculan hasta 8 millones de muertes prematuras evitadas.

Sin embargo, hay poblaciones vulnerables que se convierten en nichos de consumo poco permeables a esta tendencia general. En este sentido, los últimos 50 años de concienciación, políticas de control y desarrollo de estrategias, han pasado en balde para el enfermo mental y sus tasas de consumo actuales son las mismas que las de la población general a finales de los años 60.

Una barrera construida de viejos mitos no permite que las soluciones eficaces y seguras lleguen a esta población.

El entorno médico (sanitario) mira a estos fumadores con prejuicios, piensa que no van a querer, que no van a poder, que para qué van a dejar de fumar si es lo único que tienen, e incluso que dejándolo pueden empeorar su enfermedad.

Todo ello, en el sentido contrario a lo que nos dice la evidencia científica: La mayoría de los enfermos mentales fumadores también quieren dejar de serlo y en proporciones muy similares a la población general (4 de cada 5).

Sabemos que desean dejarlo pero nunca se lo han planteado ni les han ofrecido soluciones, Sabemos que pueden dejarlo como el resto de los fumadores aunque con un mayor esfuerzo de tratamiento. Y, por último, sabemos que mejoran la evolución de su enfermedad al dejar de fumar.

La atención comunitaria a la salud mental, que un día se puso como objetivo atender de forma integral las necesidades de salud e integración de estos pacientes, no se puede permitir mirar a este problema con prejuicios y sí, debe convertirse en factor clave para su solución. Para ello, los profesionales de salud mental que somos los referentes de confianza para estos pacientes durante años de tratamiento, debemos dar un paso adelante y preparar el escenario para un cambio en la situación descrita

La evidencia científica nos muestra, que disponemos intervenciones especializadas muy eficaces para ayudar a nuestros pacientes a dejar de fumar. Tienen derecho a saber que pueden lograrlo y estamos obligados a ofrecer una respuesta eficaz que palie la desigualdad sanitaria actual.

En tabaquismo, dejar a un lado los prejuicios y ofrecerle soluciones también a las personas que padecen una enfermedad mental, salva vidas.

* Especialista en Adicciones. Unidad de Drogas y Adicciones IPBS. Diputación de Córdoba. Investigadora del Imibic

** Psiquiatra del Hospital Reina Sofía Córdoba. Investigador del Imibic