A ver, niña, a ver, niño, ¿qué queréis ser de mayores?

--¡Yo quiero ser peluquera de futbolistas! ¡Yo quiero ser peluquero de futbolistas!

Bien pensado. Esta muchachada es lista. Si no tiene cualidades físicas para destacar en el deporte, no está mal lo de la coiffure, especialmente si se pone en práctica ya, antes de que hagan el másterchef de los cabellos (Máster Cheveaux) y se llene todo de niños peluqueros igual que ahora estamos petados de precoces criaturas cocineras.

Pero, un momento, hay que desbrozar el tema. Esta rama de la peluquería debe dedicarse solo a los futbolistas masculinos, que son los que marcan tendencia. ¿No han visto ustedes a las chicas futbolistas? Haberlas, haylas, y ya salen de vez en cuando en la tele. Nuestra Roja femenina sub-19 ha quedado campeona de Europa aunque no se haya celebrado en la Cibeles, y el Córdoba CF está sacando adelante --¡bonita es Magdalena Entrenas!—al equipo femenino. Si las han visto, ya saben que, de momento, no dan negocio en la materia que nos ocupa. Dónde va a parar comparar el peinado de las deportistas con esos otros de los campeones de élite hechos con escuadra y cartabón, probablemente calculados a través de programas informáticos de la Nasa, fruto de cálculos estadísticos en los que seguramente entran en juego las variables de densidad del cabello (largo, grosor, abundancia y tendencia al encrespamiento), humedad relativa del aire, previsiones meteorológicas, posición estratégica de la cámara de televisión en un córner, estado de la capa de ozono e itinerario desde el hotel. Mínimo. Y ellas, con las coletas, los moños o el corte ligero que les permita jugar cómodamente. Se parecen estas chavalas a los futbolistas aquellos como Pirri, Amancio, Juanito... y demás ídolos del siglo pasado, que lo eran por su juego y no por su aspecto, que iban peinados igual que cualquier vecino de la calle, que sudaban (¿pueden ustedes creerlo?) y se manchaban las medias de barro... Claro que aquello era solo un deporte y no una filosofía. Ellos ganaban dinero (no tanto) y fama, pero lo que se ha montado ahora es una mezcla de brutal negocio y narcisismo de escala galáctica. Chicas, así no vamos a ningún lado.

Pues el presente está en la peluquería de futbolistas masculinos, repito. Quizá se reúna el equipo de creativos y asesores, no sé, de Ronaldo, de Sergio Ramos o de Messi, y haga un estudio de mercado para resolver la tendencia que debe escoger su cliente. Lo siento, Sergio, pero esta temporada te toca ser rubio. Estudios, análisis y arduas negociaciones con las casas comerciales. ¿Queremos que los chicos del mundo entero se afeiten la cabeza o los preferimos con mechas? A ver qué nos deja la multinacional del tinte (ya no se dice tinte). Al poco los vemos tipo rastafari, o con un diseño de la raya del pelo que requiere la aplicación de matemáticas avanzadas. Un tupé redondo de Ronaldo que ni siquiera se viene abajo cuando remata de cabeza. O un flequillo en abanico con miriñaque de microfibra en cada cabello de Messi. En un reportaje de españoles por el mundo sale una isla remota de 300 habitantes con una barbería que ofrece los cortes de pelo de todos los astros balompédicos. Y los clavan.

Pensándolo bien, quizá este oficio debería reforzarse con estudios complementarios de arquitectura y paisajismo. Y, desde luego, hay que poner otro nombre, que si decimos «peluquería» no podemos cobrar los precios en los que estamos pensando. Hay que decir diseño, estilismo, escultura galáctica del cabello, vaya usted a saber. Pues nada, un consejo gratis a las universidades: vayan poniendo ustedes en marcha el Máster en Estilismo Deportivo Primera y Segunda División, rama Cabellología.

La otra rama del máster --seguro que ustedes ya lo estaban pensando-- será la de los tatuajes. Pero esa requiere un artículo aparte. Probablemente una monografía titulada: ‘Razones del éxito: futbolistas pintorreados’.