Una mujer trabajadora, madre de tres hijos, sin apoyo familiar, acude a un hospital público para dar a luz. Quería ocultar la gestación a su marido, que no deseaba más descendencia. Además, la pareja estaba en crisis. Ya en casa, toma al bebé, lo envuelve, lo mete en una mochila y lo tira al contenedor. La noticia, el revuelo mediático y social que vino después, me indignaron tanto que durante varios días la he tenido en la mesilla de noche.

No daba crédito a que esta mujer apareciera como la única culpable del lamentable suceso. ¿A nadie le importaba cuáles fueron las circunstancias en las que se vio envuelta? No se sabe si tuvo una depresión postparto, o pesó la negativa del marido a tener más hijos, o el agobio de cumplir con el rol de mujer perfecta. Ella solo dice que se angustió. El juez de guardia de Coslada, a ella la envía a prisión provisional y a él a su casa. Aquí nadie se pregunta: ¿cómo es que él no lo sabía? Hasta la Infanta Cristina tuvo que declarar lo que sabía.

La mujer, acusada de un delito de asesinato en grado de tentativa, está afrontando la responsabilidad. El hombre dice que no sabe nada. ¿Les suena? Y en medio de este lamentable caso, hay hombres, los mismos que no se toman la baja por paternidad, que preguntan ofendidos, si no tienen voto ante el aborto. Lo deja claro la ley y sucesos como este: No. La última palabra la tiene la mujer; hay varones que, desde el feminismo, apoyan el derecho a decidir de ellas porque quieren otra masculinidad.

Nadie ha cuestionado al marido de Catalina por no querer ser padre, porque el patriarcado tiene las raíces tan profundas que solo critica a la mujer que no quiere ser madre. Se considera que el papel natural de la mujer, propuesto por la jerarquía eclesial y por Senado, es el de "ser madres", aunque propicie angustia y ocultamiento. La sociedad, hipócrita, nada reprocha al marido, que no solicitó la baja paternal pero ahí está, a cargo de los niños. Mientras, ella acaba en la cárcel, porque antes estuvo sola, con su agobio y sus bebés y sus problemas y su trabajo y su matrimonio que se rompía y su cabeza que no paraba de dar vueltas...

Solas hay millones de mujeres en el mundo afrontando sus embarazos, sus trabajos y sus agobios. Por eso la Interrupción Voluntaria del Embarazo tiene que ser una decisión realizada por individual femenino. La mujer decide, la sociedad respeta, el Estado garantiza y la Iglesia no interviene. No sabemos dónde se sitúan muchos hombres cuando se complican las cosas. En este caso, el varón en casa y la mujer en la cárcel. ¿Y solo dudamos de la palabra de la Infanta Cristina cuando decía que no sabía qué hacía su marido? ¿No dudamos del marido de Catalina? Las últimas noticias dicen que hay sospechas de un infanticidio y que el marido estaría implicado. Sobran cristinos como compañeros vitales.

* Profesora de Derecho Eclesiástico del Estado (UCO)