Cuando entras en Facebook y un conocido te pide que le pongas «me gusta» debajo de su foto piensas que no sabes dónde estás viviendo, si en el espacio ese donde los aspirantes a bomberos son descalificados por no saber ortografía, en el otro en donde al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, el Consejo Europeo lo señala como una de las tres amenazas de Europa o en ese otro, también perteneciente a lo cursi, en el que los políticos miran directamente a la cámara cuando el fotógrafo de prensa lo que intenta es construir la foto que explique el texto no la presumible belleza del concejal/a, que a nadie interesa. Pero en esta época en la que las editoriales de libros van para abajo porque a lo sumo se lee la pantallita del smartphone, donde también se miran los titulares de los periódicos y las faltas de ortografía más indescriptibles de la historia en los wasaps, te esperas lo imposible: desde la anunciada y no deseada separación de Estirpe a la construcción de un hotel en terreno destinado al género humano empobrecido, el necesitado de salud y trabajo y de residencia no a precio de cuatro estrellas. O algo más: que los políticos, en vez de dedicarse a solucionar los problemas de los habitantes de un territorio empleen su tiempo en discutir matices de sus programas o en la consecución de proyectos de catalogación no precisa, como la de los nacionalistas catalanes, que parece como si estuvieran en la Reconquista y el resto de españoles fuéramos musulmanes a los que convertir. Los socialistas -Susana Díaz, Pedro Sánchez, que mira para Francia, y Patxi López-- y los de Podemos -Iñigo Errejón y Pablo Iglesias - todos izquierda, en teoría, andan poniéndose de acuerdo entre sus propios partidos mientras el Palacio de Congresos de Córdoba, justo al lado del Episcopal, remodelado, luce un oscurantismo inadmisible en el que se oculta una belleza natural y se pierde conscientemente una ya casi inmoral y condenable falta de interés por dar trabajo a una población a la que no le sobran jornales.

Y todo esto mientras no queremos darnos cuenta de que una parte del mundo, la que manda Trump, se está volviendo miserable e ilegal por su veto a los musulmanes, según la ONU, y en la que el presidente de los norteamericanos llama asquerosa a la cantante Madonna. Un mundo, ahora algo triste, en el que se ha sabido por un macroestudio de la revista médica The Lancet, de la Universidad de Columbia, el King´s College de Londres, la Escuela de Salud Pública de Harvard y el Imperial College de Londres, que la pobreza acorta la vida más que la obesidad, el alcohol y la hipertensión. Y encima convierten en hoteles los conventos que los asistían. No me gusta.