El mapa de la corrupción económica, hace algún tiempo negada perseverantemente en sede parlamentaria, al igual que la de cariz institucional y política, se hace últimamente extraordinariamente ancho y extenso. Ese camino llevaba. Y ya su negra grasa mancha a una importante fracción del establishment afectado tanto por los conocidos casos de extrema gravedad como por la salpicadura de otros de menor volumen pero no menos detestables. Montante derivado de comisiones ilegales y sobornos, de silenciadas y consentidas estafas, de chantajes, presiones e intercambio de favores, de robo de capitales y amañadas quiebra de sociedades financieras controladas por algunos clanes y poderosas familias de rasgos mafiosos, como por la desviación de cuantiosos fondos de procedencia fraudulenta y su blanqueo en paraísos fiscales, evadidos hasta con los medios más horteras y extravagantes, incluso en connivencia con determinados sectores sociales y servicios de intermediación, etc.

La defensa de los imputados y presuntos culpables, y si ésta sabe moverse bien en ese pegajoso lodo, lo puede tener hasta cierto punto fácil para poder neutralizar la acusación, bien mediante un pacto extrajudicial, o con el chantaje de la posible imputación por delitos de similar corte asignable a lerdos acusadores: el silencio de la acumulada porquería de unos a cambio de olvidar la basura de otros. Con lo que no resultará nada sencillo salir del agujero, pues se requieren medios eficaces e incorruptibles como intachables y pertinaces jueces de acero.

* Licenciado en Derecho