Qué lejos queda aquel 28 de agosto de 1947 en la plaza de toros de Linares. Ya le habían hecho una primera cura a Manolete tras la cornada en el triángulo de Scarpa afectándole la femoral. «Don Antonio, esta vez la cogida es muy grave, que llamen a Giménez Guinea». Lo trasladaban al Hospital en una camilla, a pie; y al lado caminaba mi pariente Antonio Bellón, que procuraba calmar al torero. Testigo excepcional de aquel drama hace ahora 71 años. Mi memoria es clarividente al recordar lo que hacía yo y los hermanos Fernández Pastor pegados a la radio el 29 de aquel agosto. Manolete había muerto. ¿Y qué creen ustedes que maquinamos con nuestros 11 y 12 años de edad en nuestras partidas de nacimiento? Decidimos aquella misma mañana hacer un museo taurino en honor del diestro cordobés. Conseguimos, primero, el cartel de la corrida: Manolete con Gitanillo de Triana y Luis Miguel Dominguín. Me imagino hoy a niños con aquella edad, móvil en ristre, juegos espectaculares en los artilugios de moda, camisetas con Cristiano y Messi. Pero de toros y toreros nada de nada, advertidos de lo que sufren los animales y no del arte del toreo. Son otros tiempos. El semanario Dígame traía la mejor información. El director K-Hito y el redactor Antonio Bellón, testigos de la corrida,- llenaron todas las páginas con información excepcional. Bellón, la noche anterior, viajó con el torero y su apoderado, Camará. Cenaron en el parador de Bailén y se habló de los proyectos de retirada del torero. Doña Angustias regaló a Bellón el reloj que llevaba su hijo el 28 de agosto. Era su hora.

* Periodista