En esta época gris de humo y vinagre, de almas cerradas, olorosas a naftalina, no hay ninguna otra voz tan comprometida y justa, tan luminosa y audaz como la suya. Desde hace más de tres décadas lo leo con la misma fruición que lo hago en estos días, porque nadie como él sabe hablar de los inviernos gélidos y sepulcrales de postguerra con tanta ternura y compromiso ético: dos cualidades visibles en sus poemarios. Ahora, cuando atravesamos este desierto de injusticia social y precariedad económica, de recortes cerriles y privatizaciones, adentrarse en sus versos hondos y esenciales, siempre impregnados de música no usada, es algo hermoso e impagable al mismo tiempo. Reconozco que a mí su poesía me da calma y me ahonda en caminos de aire sobrio y machadiano por donde «pasa el tiempo y el dolor envejece», como él dibujó en uno de sus versos, haciéndonos a quien lo leemos más sensibles, más solidarios y justos, más humanos.

La mano poética de Luis García Montero es un golpe de brisa en un bosque de hojas ingrávidas, un susurro de seda y, a la vez, un silbo de amor que pide paz, fraternidad y ternura en un mundo insensible a la poesía. Dejando a un lado el miedo que nos cerca, él es un modelo para aquellos que pensamos que la poesía, a pesar de los zarpazos y las deserciones sufridas a cada instante, aún es un arma cargada de futuro. Decía en uno de sus libros más hermosos, Las flores del frío, que «los silencios aún pesan más que las palabras», y yo añadiría, redondeando el resplandor que Luis siempre concede a todo cuanto escribe, que el silencio es el cómplice de todas las desgracias, de las sagradas injusticias que hoy nos cercan y nos muerden el alma y los ojos diariamente como lobos famélicos en busca de carnaza ofrecida en bandeja por políticas económicas exclusivamente al servicio de la Banca. Así, en las palabras de Luis García Montero uno halla esa luz que cauteriza las traiciones, las cobardías sinuosas, las heridas que abren en el corazón los miedos rancios. Para corroborar lo que acabo de decir uno debe leer el volumen titulado Él mide las palabras y me tiende la mano, un libro antológico de insólitos aforismos bordados en el tiempo por el poeta granadino, una recopilación exacta, lúcida, que ha llevado a cabo la escritora Carmen Canet, colaboradora también de Diario CÓRDOBA, y que ha visto la luz en la Editorial Valparaíso.

Hace ya algunos días me adentré con alborozo en los pasillos y veredas de este bosque, sutil y ameno, de aforismos inolvidables que la mano de Luis ha ido escribiendo con soltura incluyéndolos en párrafos y versos memorables de sus novelas y poemarios publicados. Carmen Canet, con mucha perspicacia y una intuición bárbara, sublime, ha confeccionado un libro delicioso en el que me hundo y buceo diariamente bajo el sol de mi infancia en estos días tan azules, mágicos y prodigiosos de verano. «Del verano se sale igual que de un recuerdo», dejó escrito hace años Luis García Montero en su bello poemario Habitaciones separadas, y ahora Carmen Canet lo rescata en este libro, junto a otros aforismos celestes, parpadeantes, que endulzan las habitaciones del espíritu resplandeciendo en ellas como peces de un lago feliz, sobrio, candeal. La labor selectiva de Carmen, tan audaz y tan inspirada, ha sido prodigiosa, reseñando aforismos tan cálidos como éste: «Hay viajes que enseñan a distinguir los coros de los gritos» o, también, este otro: «La dignidad es la huella de la conciencia». Leer estos versos aforísticos tan nobles, tan emotivos, certeros y esenciales, en unos tiempos difíciles, traumáticos, para la gente sensible y castigada por el poder sin piedad de los corruptos, es, además de sanador, catártico. Hoy que andamos tan faltos de dignidad y amor, de justicia social, de ternura y empatía, la excelente poesía de Luis García Montero, esencializada en estos aforismos extraídos por Carmen Canet de la amplia obra del autor granadino, es, de entrada un gran regalo lleno de valores humanos imprescindibles. La mano poética de Luis García Montero, acogida en el aire por la correspondiente de Carmen Canet --que ha hecho un gran trabajo--, nos regala un volumen de aforismos zigzagueantes que emocionan y seducen como suaves picotazos de ternura y de ética, de asombro y de piedad.

* Escritor