El ser humano repite sus querencias a lo largo de los siglos. Igual que sus maldades. Por eso nunca se ha olvidado de los dioses, del más allá, de su conciencia religiosa, del misterio de la existencia. Y también por eso tiene presente la cultura, traducida a libros, que vienen desde aquellos tiempos de las piedras, jeroglíficos egipcios, tablillas de arcilla, papiros, pergaminos o códices. El más allá lo traducimos por estos días en la Semana Santa, esa devoción que está colocando sus raíces por la Córdoba Patrimonio de la Humanidad, la de la eternidad de la Mezquita. La transmisión de la sabiduría la escenificamos este comienzo de la primavera, por el bulevar de Gran Capitán, en la celebración de la Feria del Libro, que este año llega a su 44 edición. Estaba el pasado sábado Fernando Aramburu presentando su libro Patria, sobre ETA, la lluvia dejaba notificaciones de agua y en la iglesia de San Pablo se anunciaba, para algo después, el concierto El misterio de la cruz, del coro Ziryab, la música sacra de Pasión desde el Renacimiento a nuestros días. Sentí en esos momentos que la civilización, a pesar de sus vilezas, mantiene su generosa esencia: la obligatoriedad de transmitir la cultura por los libros y el noble empeño de preguntarse de dónde viene. Desde el Bulevar del Libro bajé a las columnas del Templo Romano y desde allí entré en San Pablo, primero circo romano, luego palacio almohade y ahora una construcción cristiana con toques de gótico-mudéjar. El sábado se impresionó en San Pablo cuando se apagaron las luces y se agigantó la oscuridad, se encendieron las velas y sonaron las voces; fue cuando la arquitectura se trasladó a la Edad Media y percibimos allí la misma Semana Santa de aquellos que estrenaron las iglesias fernandinas---adaptadas por alarifes musulmanes--, las que el rey Fernando III donara a la ciudad, cuando el latín del Stabat mater dolorosa y del Miserere mei, Deus era el idioma de la oración. Casi una semana después, cuando la ciudad prepara la carrera oficial de las procesiones por su zona más sagrada, por donde la espiritualidad ha amanecido cada mañana envuelta en las brumas del Guadalquivir que le guiña a la Mezquita, la sabiduría ha vuelto a ennoblecer el bulevar del Gran Capitán con la muestra, presentación y firma de libros, donde la humanidad guarda su pensamiento. Uno de ellos ha sido Iglesias fernandinas. Córdoba, libro de Ricardo González Mestre, en el que la ciudad, a través de doce templos --santa Marina, san Agustín, san Nicolás, san Miguel, san Lorenzo, san Andrés, santo Domingo de Silos, la Magdalena, san Francisco, san Pedro, Santiago y san Pablo--, catorce en su día, escribe del más allá, de los dioses, de su conciencia religiosa y del misterio de la existencia.