Con ocasión de la controversia sobre la Mezquita-Catedral, se ha visto, en todo su esplendor, la capacidad de insidia e insulto que despliegan nuestros integristas, apenas alguien denuncia sus dudosas actividades. Una conducta muy antigua de la que tenemos dos perlas bastante recientes. La primera apareció en un periódico de difusión nacional. Decía, en portada, con alarde tipográfico: "La plataforma para expropiar la Mezquita de Córdoba busca apoyo entre los batasunos". La náusea nos impidió comentar una "noticia" tan costrosa. La segunda, con carácter personal, la firmó un joven en un diario local. Tras descalificarnos por tergiversar la verdad sobre la gestión de la Catedral, aseguró que mi actitud era incomprensible, pues había sido pregonero de la Semana Santa de 1977 --qué manera de confundir el culo con las témporas--, "treinta años después de haber paseado con camisa azul, arma al brazo, escapulario y en lo alto las estrellas por la plaza de las Tendillas". Al autor del comentario transcrito, que merece el más pequeño de mis desprecios, lo informaron con indudable malicia. Jamás en la vida, y nunca en mi niñez, vestí camisa azul, porté armas y recorrí Las Tendillas con escapulario. Quizás la confusión nazca de que con 12 años, eso sí, el 12 de octubre de 1945, me llevaron a quemar libros delante de la estatua del Gran Capitán, como broche de oro a las Santas Misiones que estaban celebrando. Y, además, creo que nadie preguntó a mis padres si querían educarme para la ciudadanía quemando libros en las plazas públicas. En fin, a quienes les rebosa la mala baba, pueden seguir expeliéndola porque, copiando a Quevedo: "No he de callar, por más que con el dedo, ya tocando la boca, o ya la frente, silencio avises o amenaces miedo". Si Dios quiere, seguiremos en septiembre, pues queda mucha tela por cortar.

* Escritor