En la «década prodigiosa» que también lo fuese para España en aspectos esenciales de su existencia como la economía o la enseñanza, uno de los tres o cuatro más justamente reputados contemporaneístas hispanos de la segunda mitad del novecientos, M. Artola Gallego, dio a la estampa otro título clásico ya de la historiografía del siglo XIX: Los orígenes de la España contemporánea (Madrid, 2 tomos, 1959. Instituto de Estudios Políticos). En plena sazón de sus envidiables dotes de reconstructor del pasado, tan sobresaliente contribución a la historiografía europea no tardó, según acaba de recordarse, en aquistarse la categoría y el canon de clásico. En tribuna especializada, el articulista dio detallada cuenta y razón de los incontables aciertos de análisis y planteamientos que esmaltan sus páginas, sin que sea, obviamente, dable reiterarlas ahora. «El desierto» al que se referencia Hugh Thomas era, desde luego, imposible de visualizar en sus enjundiosos capítulos...

Como tampoco lo era desde el texto de otro libro de simultáneo alumbramiento al susomentado de Artola, el intitulado en catalán Industrials i Politics (Barcelona, 1959) y luego en castellano Cataluña en la España del siglo XIX (Madrid, 1961) debido al gran maestro gerundense Jaume Vicens Vives (1910-50). Una vez recorridas múltiples sendas de la modernidad entrojando serondos frutos para el aquilatamiento de no pocos de sus capítulos esenciales, el genio creador de Vicens arribaba al paisaje de la contemporaneidad dispuesto a consagrarle las energías de bien sazonada madurez. Por desgracia no fue así. Tal desdicha hace que reforcemos la estima por un libro premonitorio por los muchos tesoros que encierra de la incomparable aportación que, incuestionablemente, hubiere significado la labor del autor de Ferrán II i la Ciutat de Barcelona, 1479-1516 (Barcelona, 1936-7, 3 vols.) en el tajo del contemporaneísmo.

Otro insigne modernista como él, José María Jover Zamora, se encontraría igualmente imantado por la temática contemporaneísta en el último segmento de su alquitarada producción. Ya antes, sin embargo, en los comienzos del sitibundo «desierto» descrito más con ignorancia que alevosía por Lord , entregó a las prensas madrileñas un folleto o, más bien opúsculo, en verdad perfecto: Conciencia obrera y conciencia burguesa en la España contemporánea (Madrid, 1952). Únicamente el calificativo de magistral cabe atribuirle a su contenido (63 pp.), que firmarían orgullosos la legión de sus discípulos y sus muchos colegas admiradores de una pequeña -por la extensión del texto- obra maestra.

Otros historiadores del periodo contemporáneo enriquecieron su bibliografía con títulos publicados en la década de los 50 de la centuria pasada. Así el valenciano F. Suárez Verdeguer, cabeza de la llamada «Escuela de Pamplona», realizó aproches del mayor interés y enjundia a la crisis del Antiguo Régimen, con tesis que no por controvertidas dejaron de ser altamente provechosas para una disección completa de cuestión tan trascendente en el devenir de nuestra historia última.

Y ya en la frontera del citado decenio, se encontraba más que en fárfara, muy adelantada la tesis de doctorado del más sobresaliente de sus discípulos y uno de los intelectuales hispanos más egregios del tiempo presente: el ferrolano José Luis Comellas García-Llera. Por último, en el arranque de la «Década prodigiosa» (que también lo fue en España...), uno de los contemporaneístas más egregios de nuestro tiempo, C. Seco Serrano, dio a la estampa en la capital cultural de la España de la época, Barcelona, su friso aún insuperado sobre el periodo más borrascoso de la centuria novecentista en su versión hispana.

¿Por dónde queda el «desierto» de Hugh Thomas, Lord de la Cámara Alta del Parlamento de la Gran Bretaña?

* Catedrático