Ya se habla de la Formación Profesional a cada momento y a este tema se acaba de referir Isabel Celaá, ministra de Educación y (precisamente) Formación Profesional. Más vale tarde que tardísimo. A finales de los años 70 dediqué desde Alemania varias crónicas en TVE a la FP. Para acceder a la Universidad hay que superar una criba que da paso al bachillerato superior. Aquellos que no lo logran, encarrilan su vocación hacia la Formación Profesional. Poco eco tuvieron mis crónicas. «No somos alemanes», me decían. Y aun hoy quedan padres que prefieren un hijo picapleitos, sin mucho porvenir, que un buen fontanero o un excelente administrativo. La FP está considerada inferior al bachillerato. Quizá por eso la señora ministra ha aludido a modernizarla. Pero lo que habría que «modernizar» es la idiosincrasia de nuestra sociedad. Me decía un alto funcionario del gobierno alemán, «mi hijo mayor está encantado con ser fontanero y el más pequeño estudia Derecho y va para diplomático». No pensaba que había desmérito en ello. También aludió la ministra a la nueva asignatura de Valores Cívicos y Ética. Pero creo que no solo en la escuela pública, sino también en esa aula global que debía ser la televisión pública de la sociedad y no estatal; o sea, gubernamental. Dieter Stolte, exdirector general de la ZDF ha dicho: «La televisión pública no es un instrumento de dominación estatal (...) Es el mismo Ejecutivo quien tiene que defender esa idea, lejana de la radiotelevisión del Estado». ¿Defiende el Gobierno con sus prisas, un instrumento de propaganda o una TVE que eleve el civismo democrático?

* Periodista