Minuciosamente instruido por Sánchez Guerra --escribe un insuperable conocedor de la temática catalanista y castrense de la centuria pasada, el profesor Carlos Seco Serrano--, el gobernador civil de Barcelona, Matos, tenía bien ajustadas sus medidas al despuntar la jornada del 19 de julio; de hecho, aquella mañana la ciudad parecía ocupada militarmente: la plaza de San Jaime y calles adyacentes --centro de la Barcelona antigua y clave de su organización política y administrativa-- estaban ‘tomadas’ por fuerzas de la Guardia Civil y de Seguridad. Se cerraron las oficinas del Ayuntamiento y Diputación, y una estricta vigilancia rodeaba a los edificios de los que se sospechaba pudieran ser escenario de la Asamblea, privada esta del salón para ella previsto». (La España de Alfonso XIII. El Estado. La Política. Los movimientos sociales. Madrid, 2002, p. 401).

Como se ve, la escena no podía ser a la vez más trágica y novelesca. Ternes en su postura de celebrar la Asamblea Nacional de Parlamentarios, los impulsores del proceso --catalanistas radicales, pero también de la Lliga y republicanos, en especial, lerrouxistas-- ocultaron hasta el último momento el lugar exacto de la convocatoria que habría de significar el comienzo de la crisis revolucionaria vivida por el país en aquel verano de 1917. Por fin, y tras algunas fintas y simulacros, los 70 diputados --no comparecieron ni los mauristas, ni, claro es, los de los partidos del turno-- se aposentaron en uno de los salones del Palacio de Bellas Artes y, a la amable solicitud de varios inspectores de Policía, se disolvieron sin mayores incidentes. El susomentado ministro de la Gobernación, Sánchez Guerra, afirmaría a continuación que el mencionado 19 de julio hubo en España «sensatez y gobierno»... La crisis, empero, no había hecho más que empezar.

Enfebrecido el ambiente y con los ecos de Rusia en fábricas, cortijadas, Casas del Pueblo y no pocas redacciones periodísticas, gabinetes de lectura ateneísticos y camerinos teatrales, comediado agosto se inició una huelga ferroviaria en Valencia, pronta extendida a otras regiones como preámbulo de la huelga revolucionaria que antecedería a la general...

La reacción de un insospechadamente enérgico Dato fue la de neutralizar las presiones de los junteros, cediendo a parte de sus aspiraciones --no todas descabelladas e injustas-- a fin de contar con el Ejército para el movimiento represivo desplegado por el Gobierno contra los revolucionarios.

* Catedrático