El Gobierno español debería apoyar la independencia de Escocia por tres razones de cajón. La primera, porque es la primera oportunidad que se nos presenta para atizarle dos de mosqueo y por lo menos tres de abuso a los británicos tras siglos de humillaciones contra España; ya que hemos sido tan incapaces de saber airear nuestra grandeza histórica, que ni hacer películas ad hoc sabemos porque nunca tuvimos ni tenemos un David Lean ni un Richard Attenborough (tampoco los tienen ellos ya, ajo y agua). Y por Gibraltar, español. La segunda, porque como somos tan inútiles, cobardes y acomplejados para ponerle las urnas a caldo a los independentistas catalanes y vascos, bueno será esperar a ver qué hace el Cameron de la isla británica cuando los caledonios den el portazo para beberse el whisky ellos solos: si les mantienen la libra, el ejército, la Hacienda que ya no serán todos, la sanidad, la educación y todo lo demás (he puesto Hacienda con mayúsculas, porque de eso se trata sobre todo, y del petróleo). O sea, que como nosotros no nos atrevemos a ponerles las peras al cuarto a los separatistas, pues que inventen ellos, como siempre, a ver qué hacen, y que cuando las barbas del vecino vean pelar, etcétera. Por eso, que Escocia se independice este jueves, a ver qué pasa. La tercera, porque nos cae bastante mejor Sean Connery que J. K. Rowling. Y hasta por otra cuarta razón, porque fue una putada lo que le hicieron a Rob Roy y, peor, a Braveheart, que aún me tiene traumatizado el enano de la cuerdecita en el patíbulo. Y si sale que no, también nos interesa, o sea, que todo son ventajas.

* Profesor