Después de 53 años de guerra fría entre EEUU y Cuba, los presidentes Barak Obama y Raúl Castro han dado un paso adelante poniendo fin a un bloqueo anacrónico y una diplomacia arcaica. Y aunque la decisión final sobre el levantamiento del bloqueo dependa del Congreso norteamericano, donde los republicanos y algunos demócratas pueden oponerse a la medida, todo parece indicar que el nuevo escenario puede ser cuestión de semanas.

El pueblo cubano ha sufrido en sus propias necesidades vitales los efectos del bloqueo injusto de diez presidentes que no podían permitir que a tan pocas millas se diera una realidad política distinta a las demás y que pudiera servir de semillero y espejo a otros países de su patio trasero. La intermediación del Vaticano, México, Brasil y varios países con peso internacional, han dado su fruto tras años de trabajo pausado para eliminar uno de los pocos telones de acero que permanecían vivos.

También, durante todos esos años, el bloqueo yanqui ha servido de argumento político a los Castro para esconder o tapar muchos de sus propios errores de planificación estratégica económica y de desarrollo. Todo era culpa del bloqueo y la soberanía nacional cubana nunca se pondría de rodillas. Ese discurso tampoco era demasiado asumido por la juventud que no vivió en su historia ni la revolución ni la dependencia de la Unión Soviética hasta su caída.

Ahora es el momento de Cuba. Tienen que notarse cambios reales que la población cubana sienta y experimente para concluir que sin bloqueo se vive mucho mejor. A corto plazo, ha de tocarse la unificación monetaria, ahora dual, entre el peso cubano y el convertible (CUC); ampliar las posibilidades de inversión en la isla de capital foráneo y nacional. Algunos economistas ya se han apresurado a señalar a Cuba como la nueva China en el Caribe. Quizás sea una buena descripción sobre el rumbo que ha de tomar la política económica y social a partir ahora. También sería necesaria una apertura mucho más democrática y menos dirigida sobre movimientos sociales y organizaciones, desde lo cultural hasta lo deportivo, desde el pensamiento político hasta las artes.

Si el bloqueo ha traído tanta desgracia al pueblo cubano, es hora de recuperarse y de aplicar nuevas políticas que hagan verdad el obstáculo para vivir bien. Cuba ha vivido 56 años gobernada por los Castro. Parece evidente que esto tiene que ir cambiando para que se aceleren transformaciones generacionales que mejoren y actualicen la calidad de vida del pueblo cubano.

Por eso ahora es la hora de Cuba y en un tiempo, más corto que largo, han de darse señales inequívocas de que sus avances son reales y certeros.

* Asesor en Relaciones

Internacionales y Cooperación