La cuestión no es si monarquía sí o monarquía no. A los que hasta ahora nos venimos encontrando cómodos en el sistema (la mayoría) no nos preocupa la proliferación de tricolores ya hasta en las fiestas patronales, sino si el jerarca debe o no dimitir, abdicar, jubilarse o lo que hagan ahora las escopetas coronadas. No vayamos a imitar a la cabeza mitrada del Vaticano y tengamos que esperar al real óbito. Me parece que es tiempo de que, por primera vez en nuestra historia, tengamos un monarca JASP, don Felipe, joven aunque suficientemente preparado . Hoy día las monarquías parlamentarias y baratas como la nuestra disponen de esas ventajas sobre las repúblicas: que al candidato le montan un itinerario profesional --como se dice ahora-- de fábula. El príncipe tendría que hacerse cargo ya del chalecito del monte de El Pardo antes de que el titular se nos rompa la crisma definitivamente haciendo de Rey de la Selva o patroneando la nueva conquista de la Argentina en el crucero Repsol-YPF, más propio para regatear en la Copa América que de aventuras expedicionarias. Mientras se averigua qué es lo que se le rompió o le rompieron al elefante en Botswana, deberían irse planteando que al rey no se le vuelva a romper nada más haciendo lo que no debe, no vaya a ser que se nos rompa también la monarquía de tanto usarla. Los que nos consideramos republicanos coronados, sea o no sea con franja morada, (moraíta de tanto sufrir , como en la copla) deberíamos empezar a hacer presión e ir pidiendo, ya, un nuevo rey republicano, un JASP. Don Felipe, ya.

* Profesor