La situación actual que vive Julian Assange amenaza con convertirse en un culebrón de larga duración. El conflicto diplomático creado entre el Reino Unido y Ecuador tiene muy difícil solución, a no ser que Ecuador decida nombrar a Julian representante diplomático ecuatoriano con un algún cargo internacional, hecho que según los acuerdos de Viena en materia diplomática daría por finalizado el asunto, permitiendo la salida del país del creador de Wikileaks, de 41 años de edad.

Todos sabemos que la intencionalidad de Assange es evitar su extradición a Suecia (donde simplemente está llamado a declarar ni siquiera aún como imputado), ante la más que previsible opción del gobierno sueco de extraditarlo a Estados Unidos acusado de desvelar secretos de estado (opción negada ayer mismo por Suecia). De este asunto me gustaría detenerme en dos puntos a considerar. El primero tiene que ver con la tímida reacción de los organismos internacionales (a excepción de Alba y Unasur), que prefieren mirar para otro lado porque saben que el asunto salpica sus propias vergüenzas. Cuando se desvelan todos los documentos de Wikileaks, en una experiencia única de transparencia informativa, descubrimos la violación de los Derechos Humanos realizada por EEUU, con vuelos irregulares, secretos y apresamientos ilegales sin ningún tipo de defensa; el confinamiento vergonzoso en la base de Guantánamo con torturas y vejaciones, sin que las Naciones Unidas ni la Corte Penal Internacional hicieran lo más mínimo, no ya por condenar dichas acciones irregulares, sino ni siquiera por tomarlas a trámite para investigarlas.

El ridículo más espantoso de estos y otros organismos (la OEA y la propia Unión Europea que miró para otro lado y fue connivente con algunas acciones irregulares) pusieron al descubierto que Estados Unidos podía campar a sus anchas en la escena internacional y hacer realmente lo que les diera la gana o, dicho de otra forma, aquello que considerasen oportuno para salvaguardar su seguridad nacional.

Toda la comunidad internacional es corresponsable por no haber investigado y, en su caso, condenado las informaciones abiertas desde los documentos de Wikileaks. Por eso tiene miedo Julian Assange, mucho más que fundado, a que su extradición a Suecia suponga un intento de escarmiento por parte de Estados Unidos que pediría de inmediato la extradición, corriendo el peligro incluso de enfrentarse a una condena ejemplar juzgado por una comité militar, ni siquiera con un juicio civil.

El otro aspecto a resaltar es el papel de Ecuador. La imagen internacional del presidente Rafael Correa no pasaba por sus mejores momentos después de las fuertes rencillas con los medios de comunicación del país, algunas de las cuales han terminado en los tribunales. Correa ha aprovechado lo mediático del tema para asumir la responsabilidad de no permitir el desenlace descrito arriba, evitando el escarnio de Assange y obteniendo, al mismo tiempo, un reconocimiento internacional que estaba bajo mínimos.

Sin duda Julian Assange habría valorado en qué embajada debería solicitar asilo, eligiendo a Ecuador con la confianza de que su conocido Rafael Correa asumiría dicho apoyo. El Reino Unido se ha equivocado con sus primeras declaraciones de intento de toma de la embajada, pensando que Ecuador es un país pequeño, poco relevante para sus intereses y que tenían que mantener su imagen internacional de duros en este tipo de asuntos.

Y se ha equivocado porque, aunque Ecuador no es lo mismo que si se hubiese refugiado en la embajada de Canadá o de Brasil, la opción ecuatoriana cuenta con el respaldo legal de la Convención de Ginebra, el apoyo de América Latina y la simpatía de la opinión pública internacional por lo que significa el arrope a un personaje que nos desveló en qué mundo vivimos y en qué condiciones de ilegalidades de Estados lo hacemos.

* Asesor en Relaciones Internacionales y Cooperación