Nadie pone en duda que la sociedad actual tiene una media de edad bastante superior a la de hace 30 o 40 años. Es un proceso prácticamente planetario, aún no concluido. Concretando en España, en 1975 la edad media era de 33'2 años, mientras que en 2009 se situaba en 40'9. Asturias presenta la población con mayor media de edad, 45'6, frente a Murcia que es la región más joven con 38 años de media. Andalucía se sitúa en los 39'1. El aumento de personas mayores (65 años o más para los investigadores) en España ha resultado imparable a lo largo del siglo XX y esto afecta a todos los órdenes y a todos los sectores: sistema productivo, pensiones, sanidad, estructura familiar, investigación, servicios sociales o, incluso, en los programas y discursos políticos. Está comprobado que la edad afecta a nuestra forma de votar.

La docencia no es ajena a este envejecimiento y es preocupante que el 36% de docentes en Córdoba tenga más de 50 años, pero no podemos considerar que sea una situación alarmante del sector. En mi opinión forma parte de la tendencia general del país y del mundo. Es más, yo diría que un maestro con 50 años está en plena madurez profesional e intelectual y su fortaleza física --salvo excepciones-- es adecuada para su trabajo. Es cierto que el ambiente del aula se ha complicado, es cierto que la burocracia es una pesada carga, es cierto que el sistema educativo muta tanto como un virus, pero solo la edad no es garantía para que el Sistema Educativo funcione mejor. Necesitamos la incorporación de jóvenes porque aportan frescura y generosidad. Es bueno reducir la diferencia de edad entre unos alumnos que siempre tienen la misma edad y sus profesores. Además los jóvenes ayudan a romper rutinas que tanto daño hacen en la escuela, pero la presencia de docentes mayores es fuente de experiencia, sabiduría y es un lujo aunque pudieran dificultar algunas innovaciones.

Los mayores nos adaptamos peor a los cambios en las aulas y menos ante sugerencias de expertos que no las pisan. La escuela no se cambia por decreto sino por la mejora de la práctica diaria de sus maestros. En este sentido la edad no importa demasiado. Las claves son la formación, el compromiso personal y el respeto que la sociedad manifieste por sus docentes.

Por último, investigaciones de varios autores sobre el maestro ideal desde la perspectiva de los alumnos muestran las siguientes cualidades: amable, sin excesos de facilidad, con sentido del humor, paciente, con sentido de la justicia, afectuoso-a, que explique con claridad, que no pierda los nervios, con autoridad, motivador-a, que use recursos de fuera del aula, que reflexione sobre sus fallos, etc.... en ninguna encuesta sale la edad como requisito del buen profesor.

El envejecimiento de las personas en la escuela es una realidad, que además puede aumentar en el futuro con el retraso de la jubilación, y no debería verse como un problema sino como una oportunidad que profesores jóvenes, Administración y sociedad deberían de saber aprovechar.

* Docente jubilado