La isla Ellis y la inscripción que hay en la base de la estatua de la Libertad ha inspirado la historia de muchas familias que dejaron Europa para llegar a América en persecución de un sueño de prosperidad y libertad. Aquí, en Europa, en el sur de Italia otra isla, la de Lampedusa, es el faro de libertad y prosperidad para muchos subsaharianos, sudaneses, libios e,incluso, sirios que desde Jordania buscan nuevos horizontes.

Los estudios teóricos y empíricos, realizados por economistas, vienen a concluir que muchos de aquellos sueños terminan haciéndose realidad y que USA se benefició de la inmigración como lo hiciera Alemania de la turca y recientemente España hasta su dura recesión. Una inmigración ordenada normalmente beneficia a la economía porque incrementa la demanda de bienes y servicios y, además, la producción. Más tarde, si los inmigrantes se integran mediante la lengua, la educación y la formación, la nación experimenta una gran mejora.

Pero la inmigración suele ir acompañada de discriminación racial y étnica, que es tan vieja como la Humanidad, sin que la sociedad perciba que tal discriminación es un despilfarro de recursos, que impone severos costes a quienes la defienden y desean, sean empleados o consumidores y, desde luego, a quienes sufren tal discriminación.

A largo plazo genera desincentivos en el inmigrante para invertir en su propia educación y formación, de modo que entra en el mercado de trabajo con menores oportunidades para seguir una carrera técnica o profesional. Desgraciadamente la discriminación sabe poco de fronteras geográficas y temporales .

De joven, a mis quince años, percibí esa discriminación leyendo Las Aventuras de Huckleberry Finn de Mark Twain durante las siestas veraniegas en vísperas de mis estudios de sexto de bachillerato. Al leer esta obra me di cuenta de que juzgamos y tratamos a las gentes más como miembros de un grupo que como individualidad, diseccionándolas inmoralmente. Ese "arándano finés" de Mark Twain reforzó mis sentimientos de antidiscriminación.

Cuando viví en New Jersey, desde julio de 1963 a septiembre de 1964, percibí la discriminación hacia los negros de manera real y la descubrí dramáticamente al leer la novela de John Steinberg, escrita dos años antes, que tituló Viajes con Charley: en busca de América . El protagonista, que había vivido su infancia en Salinas, California, donde solo había una familia negra, los Cooper, de cuyos hijos era amigo y de quienes nunca escuchó que fueran raza inferior, holgazana y sucia, no entendió el sentimiento de odio hacia el negro, según avanzaba, pasando por Texas, camino de Nueva Orleans. Todavía hoy contemplamos revueltas de negros que se rebelan en alguna que otra ciudad del Misissippi.

La dureza de la inmigración también la tenemos en España a la mano y no hay que leer ninguna novela para sentir como hiere nuestra piel. Pero para que se produzca integración y no discriminación la inmigración debe ser ordenada, regulada y organizada a fin de que a medio plazo ese flujo sea beneficioso al inmigrante y a la sociedad que lo acoge.

* Catedrático emérito de la UCO