Si lo que ha publicado El País , sumado a lo que antes destapó El Mundo , es cierto, y tiene toda la pinta de que lo es, el presidente del Gobierno de España tiene una sola salida: presentar de manera inmediata su dimisión. Si no lo hace, existen motivos suficientes para que la oposición presente una moción de censura, aunque no prospere, con el objeto de significar la posibilidad de dirigir el país con otro modelo y sostener un debate público que saque a la luz todas las miserias de este gravísimo caso para extirparlo de nuestro sistema, antes de que lo pudra. Los papeles de Bárcenas ponen a nuestro país en una situación extremadamente crítica. La sociedad española está sometida desde 2010 a los continuos disparates económicos de gobiernos mediocres que gestionan la política con un cortoplacismo lamentable, sumiéndonos en una depresión colectiva como no se ha conocido en democracia. Este Gobierno concreto, que alcanzó el poder hace poco más de un año, ha dilapidado su credibilidad en tiempo récord. Y, ahora, suman a la impericia y al clamoroso abandono de su oferta politica el rancio olor de la corrupción. La imagen del país en el exterior ha sufrido un golpe catastrófico que probablemente aumente la desconfianza internacional en nuestras capacidades, con el efecto económico negativo que ello comporta. Es inconcebible que, cuando escribo esto, más de dos días después de la aparición de la escandalosa novedad publicada, el presidente del Gobierno no haya comparecido personalmente para tranquilizar al país respecto de su honestidad de manera contundente: si no ha querido hacerlo, la duda crece por momentos, dañándonos a todos; si no ha podido hacerlo, debería verificar en esa comparecencia su dimisión. El panorama es desalentador porque la legitimidad del Gobierno está seriamente lastrada, pase lo que pase. Ningún analista político puede augurar un buen futuro a un país dirigido por un gobierno tan tocado y, lamentablemente, las circunstancias políticas, sociales y económicas de España no permiten tiempos largos de recuperación de confianza porque la gente, que sacrifica ya lo que no tiene, está lisa y llanamente harta. Hace solo dos semanas, con las primeras impresiones de este profundo seísmo politico, escribía que debíamos prepararnos para un escenario de elecciones anticipadas. Entonces era menos probable que hoy. La alternativa democrática a este Gobierno de confusión no puede continuar con el paso cambiado ni verse sorprendida por los acontecimientos de modo que estos vuelvan a suponer una excusa para posponer los cambios profundos en ideas y personas que necesita el socialismo democrático, si quiere recuperar la confianza de la ciudadanía. Hay que ultimar la construcción de un mensaje político que repare las injusticias sociales generadas por la torpeza y la especulación económica y que devuelva el protagonismo político hurtado a la clase media trabajadora (a la gente como nosotros, a la mayoría hastiada) y convulsionar este panorama político de espantajo y decepción con un proceso democrático de primarias abiertas de donde emerjan, sin hipotecas, ni ataduras, nuevos proyectos de país y nuevos liderazgos que nos reconcilien con nuestro futuro. Fin de ronda, damas y caballeros, paguen lo que deben y abandonen el local.

* Asesor jurídico