Los abogados unas veces perdemos y otras ganamos. Y hay ocasiones que pones toda la carne en el asador y se te va el pleito; o cuando uno no lo hace bien, que todo hay que decirlo. Pero estas cosas forman parte de las reglas del juego y, por tanto, las asumes. Lo peor de todo es cuando crees que en alguien que es muy débil por ser pobre y del entorno marginal se está ejerciendo una moderna inquisición. Y te sublevas y actúas con corazón precisamente por la indignación profesional y personal que fluye cuando consideras la posibilidad de que la sagrada imparcialidad de lo público es una cruel falacia para con las personas especialmente vulnerables y en riesgo de exclusión. Llegas a pensar que la actuación institucional puede ser una vía gubernamental corrupta para aprovecharse de los pobres en beneficio de los ricos. Entonces te da gana de coger la espada del Cid, de llamar a todos los medios de comunicación y poner literalmente verde al mencionado estamento. Y empiezas a tratar a la indefensa clienta como si fueras su padre y paladín que la protege de un mundo clasista y racista. Y colocas todas tus armas jurídicas para atacar sin cuartel al más fuerte. La decepción es enorme cuando te da por indagar un poco más... Hemos visto en los últimos tiempos con la llegada de inmigrantes de países del tercer mundo y también en ciertos entornos nacionales cómo los de Asuntos Sociales incoan sobre algunos padres expedientes provisionales de desamparo porque parece que las condiciones de vida del niño a nivel de vivienda, sanidad y educación son desastrosas. Rápidamente, cuando ocurre un caso de estos, empezamos a criticar a la Administración actuante bajo el argumento de que al pobre y analfabeto no se le debe hacer eso sino ayudarlo al abandono de malos hábitos derivados del analfabetismo. Pero privarle de su familia es un crimen fascista. No se crean todo lo que cuentan. Porque algunos expedientes de estos tienen final feliz gracias al esfuerzo del Estado y sus medios. Pero otros terminan en adopción después de un procedimiento largo porque nos encontramos ante malas personas y punto; independientemente de su origen social. Aunque hay que analizar caso por caso y puede haber de todo en la viña del Señor, de entrada, deberíamos de dar un voto de confianza a la actuación gubernamental y a sus profesionales. Y no criticar tan gratuitamente. Así que no te cuenten milongas. Cuando la Administración llega a entregar en adopción a la familia de acogida de un desamparado no es que secuestre a los menores, sino que los rescata de un entorno diabólico.

* Abogado