Nuestra sociedad ha sido seducida por la juventud. Nadie lanza un mensaje que diga ¡que grande es ser persona mayor! Como si el ser mayor fuese una edad en la que no se puede contribuir al bien común. Esta postura supone una clara discriminación, catalogando a la persona mayor como un "inútil social". Vivimos en la cultura de la "eterna juventud" por la importancia que se da al cuerpo y a la imagen exterior en detrimento de las restantes facultades de ser humano. La población mayor sale claramente mal parada.

Comúnmente, se ha planteado que uno de los factores que inciden en la vejez es el culto a la juventud que existe en las sociedades occidentales. La juventud estaría asociada a una serie de atributos positivos como belleza, vigor, fuerza, etc. que la harían una cualidad deseable. La velocidad, la actualidad, el descrédito de la madurez, la perdida de valores tradicionales, los cambios de hábitos culturales, la desintegración de la familia, la obsesión por la salud y la forma física etc., son fenómenos que directa o indirectamente vienen a relegar la función de las personas mayores a un segundo plano.

El culto a la juventud encuentra su fundamento en la práctica social, al observar que muchas personas tratan de prologarla o retardar la llegada de la vejez. La "falsa juventud" implica colocar a las personas mayores en una situación ficticia, al tener que disimular y negar su propia identidad, intentando competir en el mismo plano que los más jóvenes. Esta perspectiva señalaría la inexistencia de diferencias entre las edades, ignorando los cambios sociales y otros más evidentes, como los biológicos, y fundamentándose en la idea de que es posible anular la edad o detener el paso del tiempo. Sin embargo este "culto" no siempre se valora positivamente. Recordemos la mistificación de declarar que los jóvenes son la esperanza del futuro... Para negarles su sitio en el presente. Esto significa que se exalta a los jóvenes en algunos ámbitos, pero se les excluye en otros, especialmente en aquellos de mayor importancia social, como la toma de decisiones políticas y económicas. Así, la valoración de la juventud desaparece cuando se trata de acceso al poder, ámbito en el que las personas jóvenes incluso están muchas veces en una situación de mayor desventaja que las mayores.

Los jóvenes deben conocer los rasgos mas destacados del envejecimiento, con una información objetiva sobre el potencial real de las mismas para que adquieran una mentalidad abierta; superen prejuicios y actitudes negativas. Que conozcan, en definitiva, como será el envejecimiento en el futuro, allá por los comienzos de la segunda mitad del siglo XXI, cuando la juventud de hoy alcance "su" vejez. No hemos de olvidar que lo que nos acontezca en la vejez se ha gestado a lo largo de nuestra historia personal de tal forma que "el que tuvo y retuvo, guardó para la vejez". Y esto es así porque "la vejez sana, en la juventud se prepara" ya que "la vejez sana, es hija de la juventud ordenada".

No debemos olvidar que nos situamos en una fase de cambios cualitativos donde los mayores tienden a sensibilizarse viviendo nuevas experiencias y preocupándose por estados de bienestar y calidad de vida, al tiempo que sienten interés por cuidar el medio ambiente que les rodea, por participar en actividades sociales e intervenir de modo activo en las iniciativas propuestas desde las comunidades a las que pertenezcan.

Además, desean que la imagen ofrecida a través de los medios de comunicación sobre su etapa evolutiva vaya facilitando caminos de convivencia, solidaridad y tolerancia, típicos de una sociedad donde convergen personas de todas las edades.

* Doctor en Ciencias de la Educación