Los atentados yihadistas acaecidos en medio del proceso independentista deben acarrear una profunda reflexión en el seno de la Administración catalana que la conduzca a abandonar un camino institucional que guarda serias similitudes con el fundamentalismo y con ese sectarismo que siempre adoctrina bajo la invención de falsas necesidades de libertad individual nutridas en la conciencia identitaria colectiva. Porque estos tercos políticos han tenido que ver en primera persona cómo su modelo de país no tiene nada de romántico dado el calor humano ofrecido por todos los españoles a nuestra Barcelona querida; ayuda dada no solo por ser los asesinados seres humanos, no solo por ser europeos, sino porque esos muertos son nuestros paisanos. Y como creo que este sufrimiento solidario ha venido grande a los políticos independentistas, estos extraños por excluyentes representantes de la democracia, en vez de agachar la cabeza ante la evidencia se han apresurado a realizar actos institucionales referentes a los atentados con simbolismos que diferencian unos muertos de otros en relación a su lugar de nacimiento; único y bellaco recurso que les queda para contrarrestar la brisa imparable de hermandad que sopla por todos los límites de esta siempre polémica pero real España. Siento vergüenza propia y ajena al tener que hablar de esto con los muertos tan calientes. Pero es necesario porque no solo hay que evitar los atentados yihadistas, sino prever y así evitar cualquier situación contraria a la paz social. Es el adoctrinamiento sectario lo que lleva a matar en nombre de dioses o naciones. Los terroristas de Barcelona son asesinos. Pero antes solo eran jóvenes mal formados en un desagradecido rechazo hacia lo occidental. Y digo desagradecido porque nunca antes, gracias a los valores democráticos, Europa fue tan solidaria con África (y sin especial obligación, porque soy de los que piensan que el colonialismo no va por etnias, ni religiones ni países, sino por épocas imperiales). Pero más desagradecidos si cabe eran aún los asesinos etarras formados en el seno de una preciosa democracia llena de libertades y conciertos económicos privilegiados. Por eso mismo, por la experiencia que ya tenemos en cuanto al magnetismo mortal que el radicalismo provoca en muchos seres humanos, el actual y egocentrista gobierno catalán que tanto llora hoy debería poner freno mañana mismo a un proceso independentista de laboratorio que si sigue por donde va puede derivar en sentimientos nacionalistas fanáticos y, por tanto, violentos que atenten contra la vida de cualquiera de nosotros.

* Abogado