En nuestra sociedad las leyes siempre van detrás de los problemas, a veces muy detrás, y con frecuencia ni siquiera llegan a frenar tanto desmán. Se genera un producto con gran éxito comercial, barato para el consumidor pero que luego acabamos pagándolo entre todos. Un ejemplo claro son las toallitas húmedas: por poco dinero podemos limpiar un pómulo, un mueble o un culito. Si ya su producción, como todo producto de usar y tirar, genera problemas, cuando las arrojamos al inodoro los costes ambientales y económicos son desmesurados, atranques en el sistema de alcantarillado y contaminación del entorno.

En la desembocadura del arroyo Pedroche se pone de manifiesto este problema. Sistemáticamente cada vez que caen cuatro gotas las cloacas entran en carga y las aguas fecales entran al río por los aliviaderos. Aguas que además de llevar materia orgánica arrastran toda la suciedad que en las calles no fue recogida y, por supuesto, toallitas. La mayoría de ellas van directamente al río para tapizar su fondo, otras quedan atrapadas en el canal que circula en paralelo al Balcón del Guadalquivir, evidenciando las suciedades que la naturaleza no puede reciclar en un corto periodo de tiempo

Lo más grave es que para estimular su consumo las diferentes empresas ofertan las toallitas WC que expresamente señalan que pueden tirarse al inodoro y son biodegradables. El problema está en que necesitan varios meses para degradarse, creándose acumulaciones tanto en las cañerías como en los ríos. Sorprende que aún las administraciones no hayan tomado carta en el asunto, obligando a las empresas que en el etiquetado señalen expresamente que este producto no debe de ser arrojado al WC. Las entidades encargadas de la depuración de las aguas como Emacsa deberían realizar intensas campañas de concienciando para que no tiren toallitas de ningún tipo al inodoro, evitaremos atranques y la contaminación de nuestro entorno.

Diego Peinazo Amo. Plataforma por un Río Vivo.

Córdoba