El señor Gibson en un artículo publicado en este Diario el pasado 24 de los corrientes, aprovechando la coincidencia de fechas entre la publicación de la segunda parte del Quijote y la expulsión de los moriscos, dice que la misma fue una abyección moral intolerable.

El escritor, como muchos otros, pretende equiparar la mentalidad y la política de hace cuatrocientos años con la de hoy en día. Las circunstancias que dieron lugar a la expulsión (1609) no son equiparables a las de la actualidad. Entre nosotros viven ahora cientos de miles de musulmanes que están, en su gran mayoría, integrados en la vida y cultura de nuestro país y que no son objeto de discriminación alguna, excepto la que ellos mismos promueven.

Dice el señor Gibson que es una torpeza abismal no haber pedido disculpas a los moriscos por su expulsión. ¿Y por qué no se disculpan los moros por las expulsiones de los mozárabes?. La de Córdoba (850-859) puede considerarse la primera de las grandes persecuciones. La masiva deportación de 1126 al norte de Africa supuso la desaparición de todos los cristianos de las zonas urbanas del territorio musulmán.

Continúa diciendo que hay una minoría de fanáticos que sueñan con la conquista de nuestro país, para seguidamente unirlo a la negativa de permitir la oración musulmana en la Mezquita-Catedral y que dice atiza la rabia islamista que en cualquier momento puede provocar otra tragedia.

Según esta teoría lo que deberíamos hacer es rendirnos preventivamente, renunciando por anticipado a defender nuestros valores cristianos y nuestra cultura en pos de una supuesta pacificación con los mismos que nunca han permitido que se construya una iglesia en sus territorios y que declaran odio a muerte a aquellos infieles --nosotros-- que no se conviertan a la verdadera fe --la suya--.

Para terminar, propone que se enseñe el árabe a los niños, con la excusa de las numerosas palabras de esa procedencia que se han añadido a nuestro habla, obviando que el español es un idioma romance con sus raíces en el griego y sobre todo el latín al que en el transcurso de los siglos, como lengua viva que es, se le han ido añadiendo vocablos de diversas procedencias que se han españolizado con total naturalidad y que no hace que el idioma árabe tenga prevalencia sobre ningún otro.

José Miguel Pessini Tévar

Córdoba