De sobra es conocido que la conquista y colonización de gran parte del mundo por las potencias occidentales a partir del siglo XIX alteró profundamente la vida de algunas regiones colonizadas, introduciendo unos modelos de organización política aún vigentes. Cuando finaliza la centuria del Ochocientos, una de las formas adoptadas por el imperialismo, la comúnmente conocida como "pacto colonial", había llegado prácticamente a su plenitud por el desarrollo del capitalismo, tan necesitado de mayores zonas de expansión comercial. De ahí, que las potencias como Francia, Gran Bretaña, Alemania o Rusia, entre otras, aglutinaran sus múltiples intereses en el entorno de la Triple Alianza y la Triple Entente, a fin de que sus rivalidades comerciales e intereses económicos no concluyeran en algún conflicto armado no deseado.

En ese momento, nuestro país parecía estar incluido en el lote de las naciones de segundo orden, sobre todo tras la perdida de nuestras colonias americanas y del Pacífico, por lo que sólo le quedaba a España aspirar a consolidar su posición geoestratégica en el norte del continente negro. Así, asistimos a la primera crisis marroquí de 1904 en la que hubimos de llegar a un acuerdo con Francia para delimitar la zona de influencia del protectorado. Por dicho tratado de 5 de octubre y por otro anterior de 1902 se concedía a España una zona marroquí y otra a Francia, circunscribiéndose para los españoles su territorio a la zona rifeña, algo que agradaba a los británicos, porque así no tendrían como vecinos a los franceses en el litoral fronterizo con Gibraltar. Pero Silvela no había querido suscribir el primero, mucho más ventajoso para los intereses españoles, debiendo dilucidarse el problema en 1906 en la Conferencia de Algeciras, donde se redujo considerablemente nuestra zona de influencia. Por ello, el choque de intereses entre las dos potencias habría de forzar a España a intervenir en la política europea de aquellos primeros años del siglo XX. Ya hemos dicho que en 1902 se habían iniciado conversaciones con nuestros vecinos de los Pirineos para delimitar la intervención conjunta en Marruecos. Dos años más tarde estallaría la crisis y hubimos de llegar a un acuerdo, no sin que la Alemania de Guillermo II mostrara su disconformidad con el mismo. En 1905, en una visita que el káiser giraba a Tánger sostuvo la legitimidad marroquí para alcanzar su independencia, exigiendo al mismo tiempo que se reuniese una Conferencia para hablar sobre el tema.

La Conferencia de Algeciras de 1906 vino, pues, motivada por el propio disgusto del alemán con el acuerdo que España y Francia habían rubricado dos años antes y por la exigencia de que se permitiera la penetración comercial germana en esta zona del norte de Africa. Entre el 16 de enero y el día 7 de abril de dicho año se reunieron las potencias del momento en la ciudad española, apta para tal fin por las comunicaciones ferroviarias y marítimas que reunía. En el salón de plenos de su Casa Consistorial, Estados Unidos, Alemania, Austria, Bélgica, Francia, Gran Bretaña, Italia, Holanda, Portugal, Rusia, Suecia, Marruecos y España, como anfitriona y presidenta de la misma, se daban cita en los comienzos del año. Sin duda, los temas tratados bajo la presidencia del duque de Almodóvar del Río y del otro representante español, señor Pérez Caballero , fueron bastante importantes, girando en torno a la soberanía del sultán y a la integridad del reino marroquí, a la libertad de comercio, la recaudación de impuestos, el problema del contrabando o el propio control aduanero, entre otros. En el acta final de la Conferencia, firmada el 7 de abril, se hacía una referencia a la independencia absoluta de Marruecos, que obtendría así una garantía de su supervivencia como Estado, algo que como se podrá imaginar era un tanto ficticio. España salía peor parada que en el acuerdo de 1904 al reducírsele su zona de influencia. De igual modo, se planteó la reforma de la Hacienda, creándose al mismo tiempo un banco marroquí bajo control europeo. La gran vencedora fue nuestra vecina Francia, y a los españoles no les quedaba otra alternativa que continuar a su remolque en la zona norteafricana, mientras que a la potencia convocante, Alemania, su único privilegio alcanzado con la firma sería el poder penetrar económicamente en la zona del conflicto. Francia abandonaría la ciudad del pacto con la idea oculta de la búsqueda de la solución militar para sus intereses. No obstante, en 1907, se perfilaría otro acuerdo entre Francia, España y Gran Bretaña por el que se daban garantías de facto a la posesión española, lo que traería un problema anexo para nuestro país, ya que tres años más tarde, y como consecuencia de diversos intereses, se producirían la puesta en marcha de una serie de operaciones militares y políticas, que conducirían a la Semana Trágica de Barcelona de 1909. Lo que comenzó siendo una huelga de protesta contra la guerra colonial marroquí se convirtió en la ocupación de una gran urbe por las masas y en posterior represión. Años después, vendrían la derrota de Annual de 1921, el desembarco hispanofrancés de Alhucemas en 1925 y la posterior conclusión de la guerra dos años más tarde, que hizo que hasta entonces España no controlase el territorio otorgado en la Conferencia de Algeciras, de la que ahora en 2006 conmemoramos su centenario.

* Catedrático