Pasamos como podemos las diferentes convenciones del calendario, que en algunos casos identificamos con creencias y sensaciones (los hay quienes también con sentimientos) antiguos. Sensaciones de esas inexplicables que se fueron tejiendo con el paso de los años, de ciertas alegrías, de no pocas ausencias. Pasamos las convenciones del calendario con la única certeza de una bolsa demasiado aligerada y de un mundo en el que cada vez nos reconocemos menos. Eso debe ser la muerte antes incluso de morirse uno, cuando echas un vistazo afuera y te encuentras y encuentras todo extraño, irreconocible, ajeno a lo que fuiste o pretendiste, o a lo que esperabas; y entonces las cosas ya van perdiendo su sentido. Te mueves en estos días en la cuerda floja del no querer molestar, ya no envías christmas porque todo se hace de forma internáutica, y los que envías debes de pensarlos muy bien para intentar no ofender, eligiendo a quién le envías la estampa de la Sagrada Familia en sus mil formas artísticas dibujadas con el pie o con la mano, o el Portal, o a lo mejor un estampa invernal, o el árbol, o Papá Noel, o incluso pensando si te decides por algo aséptico de bolas de colores y cosas así. Por eso el mundo ya no es como lo conocías, y como no vas a pararte a pensar si es mejor o peor, entre otras cosas porque no tienes tiempo, dejas de echar miradas afuera, disimulas en los contactos sociales lo mejor que puedes, y te vas volviendo cada vez más hacia el interior, a los libros, el campo, las viejas películas, y la escritura, eso cuando te dejan. Y aún te sorprendes con que alguien se crea o crea en algo ahí afuera.

*Profesor