La consulta organizada por el gobierno de Cataluña el pasado día 9 tiene sumida en la depresión a gran parte de españoles catalanes y no catalanes ya que, sin analizar a fondo los resultados, se sienten humillados sobre todo por el hecho de que este sucedáneo de referéndum se haya podido llevar a término. Pero si reflexionamos con realismo tanto sobre el tipo de consulta que se ha realizado como sobre los resultados, esa depresión debería convertirse en un impulso positivo: todavía estamos a tiempo ("Som a temps") de evitar la secesión.

Finalmente, el día de la consulta y gracias a la actuación del Gobierno de España y de los Tribunales Constitucional y Supremo, todas las partes implicadas, incluidos Artur Mas y Oriol Junqueras, aceptaban explícitamente que lo que se iba a celebrar no era un referéndum sino una especie de "jornada participativa" sin garantías ni consecuencias ejecutivas de ningún tipo. Un logro importantísimo que hay que adjudicar a Mariano Rajoy y al Poder Judicial. Otras actuaciones que algunos pedían, como la confrontación verbal, el castigo económico y la amenaza de la fuerza armada solo habrían conseguido multiplicar el número de los independentistas.

Pero interesa sobre todo analizar los resultados. Si partimos de un censo de 7,5 millones de catalanes y nos creemos los datos publicados por la Generalitat, parece que solo ha votado un 31 % del censo. Pero si desinflamos el censo utilizado excluyendo a quienes no tendrían derecho a votar en un referéndum dignamente organizado y desinflamos la interpretación de los resultados evidentemente manipulada, el número de los que han dicho sí a la independencia no supera el 25 %. Vayamos sacando consecuencias.

Si en una consulta que teóricamente suponía un "alegre" desafío al Estado (algo siempre estimulante), y que se va a desarrollar sin amenazas y sin efectos negativos para los catalanes, solo uno de cada tres ciudadanos llamados a votar, se acerca a las urnas y solo uno de cada cuatro se decanta por el "sí"... entonces hay motivos para pensar que en un referéndum de verdad y con consecuencias, los votantes por el sí a la independencia se quedarían muy lejos del 50 %.

Y dicho esto, volvamos la vista al conjunto de los catalanes y dejemos de considerar solo a los que se manifiestan nacionalistas independentistas. Cataluña es, sin duda, mucho más que el nacionalismo catalán que probablemente ha tocado techo en este simulacro de referéndum.

Sé muy bien que en un artículo anterior escribí que ya es tarde para evitar la secesión y mantengo que el gran error estuvo en entregar en exclusiva la educación a los nacionalistas durante más de treinta años, instrumento infalible que les ha permitido conseguir que incluso muchos hijos de emigrantes andaluces estén a favor de la independencia.

Pero precisamente los resultados del 9-N nos permiten abrigar nuevas esperanzas. Es por tanto el momento de actuar. Supongo que es conveniente reformar la Constitución, no dudo de que es fundamental el diálogo y tal vez el pacto. Pero tampoco dudo de que más tarde o más temprano hay que posibilitar un referéndum legal, pues hasta que no se produzca ese referéndum, no se podrá desactivar el reto del nacionalismo.

Téngase en cuenta que el nacionalismo es como una religión y como tal hunde sus raíces un algún tipo y nivel de fanatismo; y que ese fanatismo permite a sus líderes exigir a sus adeptos enormes sacrificios a cambio de la tierra prometida. De nada servirá intentar convencer a los catalanes de que la independencia será ruinosa para ellos, ni de que el PIB de Cataluña bajará un 20 %, ni de que pasarán dos generaciones con grandes dificultades económicas; nada de eso les va a amedrentar pues el premio final será "la libertad" la "tierra prometida"... en la que "mana leche y miel" e incluso el espumoso y dorado cava.

Todas las estrategias y actuaciones directas o indirectas deberán orientarse al objetivo de ganar ese referéndum legal pues la derrota en las urnas será la única forma de convencerles. Y en esta línea, vayan algunas sugerencias.

Apoyo total, sin complejos ni miserias (como lo hacen ellos) a organizaciones como "Sociedad Civil Catalana" y "Somatemps" (¡Estamos a tiempo!); inversiones en la educación y la cultura en castellano en Cataluña; demostrar que la lengua y la cultura catalana siempre han sido apreciadas en el resto de España; apoyo a las casas regionales existentes en Cataluña hoy desamparadas por sus regiones de origen; mantener la tensión judicial frente a los incumplimientos de la ley por parte de la Generalitat; desbaratar el método de la "violencia pacífica" tan utilizado por las fuerzas nacionalistas, es decir: no permitir el chantaje ni la extorsión, ni la invisibilidad, ni la amenaza contra los no nacionalistas.

Si no hacemos ya todo esto, podemos encontrarnos muy pronto con la temida DUI (Declaración Unilateral de Independencia) y entonces... ¡a ver quién le pone el cascabel al gato!

* Concejal de Cultura de Priego de Córdoba