Dice Susana Díaz que hay que volver a ilusionar. Concretamente, que hay que «explicar a los ciudadanos que se puede vivir mejor». Yo creo que los ciudadanos esto ya lo saben, sobre todo después de que la crisis haya galopado briosamente sobre sus espaldas, mientras algunas y algunos se entretenían con el espectáculo desde sus butacas, mucho más confortables en la poltrona política. Pero de entrada, que la todavía presidenta andaluza nos aleccione sobre el origen del cabreo público resulta interesante, especialmente, como refutación de su naturaleza. Así, ha dicho Susana Díaz en el gaditano Alcalá de los Gazules que «muchos de los que se cabrearon con nosotros no habían perdido 10 escalones en su calidad de vida. Habían bajado uno, pero es que pensaban que iban a subir 10. Es que pensaban que iban a poder tener su casita en la playa». Su casita en la playa. ¡Claro! ¡No lo habíamos pensado! Es que éramos unos ambiciosos. Los ciudadanos no estaban --estamos- indignados por el saqueo del arca pública, los privilegios de una casta de indocumentados intelectuales que no han trabajado jamás fuera del partido, el recorte de derechos con el pretexto de la crisis, el paro o la podredumbre ética y verbal de la confrontación política, qué va. Los ciudadanos lo que querían era una casita en la playa. También creían «que iban a poder salir no una vez al mes sino una vez a la semana. Que iban a conseguir que sus chavales fueran a la universidad y que, además, tuvieran un máster (...). Y cuando eso no fue posible, se cabrearon, se indignaron. Y ahí le hicimos el juego a la derecha y a los otros, de Podemos». Lo dicho: unos avariciosos. Podrían ser frases sacadas de contexto, pero el vídeo está en Internet. ¿Pero a quién le habla esta mujer? A los miles de desahuciados en España desde luego que no. Para salir adelante no necesitamos renunciar más aún ni a la honradez ni a la inteligencia. Si ilusionar consiste en semejante burla, me quedo con la realidad.

* Escritor