Un amigo periodista de los de andar y contar, después de quedarse en paro por cambalaches de despacho se calzó las viejas chirucas y se fue a recorrer Granada, pueblo a pueblo, conociendo lugares y lugareños, viajeros y turistas, y lo fue contando en el Ideal, bajo el título de Verano en bermudas; con la habilidad que tiene Jesús Lens para contar la vida en los detalles que, a la postre, son los que nos definen. No pretendo hacer mi columna de hoy a costa de las suyas, pero me dio el tema cuando me contó que en un pequeño pueblo una paisana le dijo: «Pues no quieres creer, hijo mío, que he visto antes Versalles que la Alhambra». «Si quieres ser universal habla de tu aldea», mantenía Tolstoi, pero las agencias de viajes, el low cost y el provincianismo han dado la vuelta por completo a esta manera de empezar a conocer el mundo. Seguro que muchos de los que ahora me leen tienen conocidos que sin haber visitado Medina Azahara ya han viajado a Tailandia. Nos asombraríamos de los muchos nativos de Córdoba que no conocen la Mezquita. Destinos internacionales tienen un tirón enorme entre quienes eligen sus viajes a cualquier destino siempre que sea fuera de España, y esto no tiene nada que ver con el sentimiento o resentimiento nacional sino con el esnobismo de turistas accidentales. Esta moda de viajar, que es algo extraordinario y saludable, empezó con los tours operators y fue creciendo, lógicamente, a medida que el país también lo hacía, y así hasta que en los institutos empezaron a pensar que cuanto más lejos mejor, porque dicen los profes que así controlan mejor a los alumnos. Menuda tontería, ahora que los chicos saben más que ellos en cuestión de idiomas y manejo del internet. Alguna vez oí decir a Felipe González que estaba especialmente orgulloso de que con su gobierno algunos viejos hubieran podido conocer el mar antes de morirse. Pues, que pregunte ahora por la ruta de los viajes organizados, y ya verá la de aldeanos perdidos por el mundo tirando de un trolley.H

* Periodista