Ayer desayuné con la desagradable noticia de que ciertos políticos habían decidido cambiar el nombre de mi barrio sin tener la gallardía o el valor democrático de preguntar al pueblo llano. A los que allí hemos vivido nos daba igual que el rejoneador brindara su toro al jefe de la dictadura ya que estábamos agradecidos por haber conseguido una casa gracias a la donación de los terrenos. Si hoy día algún constructor cediese miles de metros cuadrados para que se construyeran casas para necesitados u okupas, nos daría igual que su voto fuese de color azul, naranja o rojo. Lo que importa es el gesto altruista.

Pero, ya que hablan de memoria histórica se la quiero refrescar: en la Asociación de Vecinos de Cañero se fraguó una de las cédulas comunistas que con más ahínco luchó por sus ideales y por derrocar las ideas franquistas. Aún tengo frescas las escenas que se vivieron en la verbena que celebró el PCE con motivo de su legalización. Allí estaban históricos del barrio como Lito, Félix o mi añorado Santi Marzo, repartiendo abrazos y gorras con el emblema del partido. No nos dolía el nombre de las calles pues para nosotros la calle J.A. Girón o Poeta Arévalo eran la calle principal o la primera. Cuando preguntabas a alguien donde vivía te solía contestar: «en la cuarta calle en el segundo tramo». Don Vicente Rivas o D. Eduardo Font, médicos del barrio, no te preguntaban por tus ideas políticas, culturales o socioeconómicas al atenderte. Durante la riada del arroyo Pedroche, en mi casa durmieron decenas de personas. Mi madre repartió mantas y caldo sin preguntar la condición social a los que allí se refugiaron. El barrio era una gran familia.

Actualmente pertenezco a un grupo de amigos llamado Cañeritos y como su nombre indica estamos unidos por las vivencias de niñez o juventud en el barrio. Nos reunimos todos los años y acuden a nuestra llamada desde distintos puntos de Andalucía. En las calles de Cañero aprendimos a montar en bici, entre sus charcos dimos nuestras primeras patadas al balón, aprendimos a leer y escribir en los colegios S. Vicente Ferrer los chicos, y las chicas en el Sta. Catalina de Siena (¿también osarán quitar estos nombres por religiosos?). Disfrutamos con las películas en los cines Imperial, Osio y Cañero (seguro que tampoco les agradarán estos nombres) y conocimos al primer amor en los guateques celebrados en nuestros patios o en la Asociación. Cuando a partir de ahora me pregunten donde viví o de qué barrio era, ¿qué les respondo?, del «barrio de la alegría», «de la democracia», «de la Pasionaria» o ¿cómo piensan ustedes llamarlo?

Sres. políticos, limítense a trabajar por solucionar los problemas y dificultades que tiene hoy día la mayor parte de la sociedad. Dejen de molestar al personal con ideas tan absurdas. Claro, tendrán que justificar de alguna manera el dinero que reciben de los contribuyentes y hacer como que trabajan.